Publicado en diario "La Calle", de Concepción del Uruguay, 02 de noviembre de 2016
Jorge Luis Borges. Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, estudió en Ginebra y vivió durante una breve temporada en España relacionándose con los escritores ultraístas. En la década de 1930, a causa de una herida en la cabeza, comenzó a perder la visión hasta quedar completamente ciego. A pesar de ello, trabajó en la Biblioteca Nacional (1938-1947) y, más tarde, llegó a convertirse en su director (1955-1973).. En 1961 comparte el Premio Formentor con Samuel Beckett, y en 1980 el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986.
Juan
Domingo Perón (Lobos, 8 de octubre de 1895-Olivos, 1 de julio de 1974) fue un
político y militar argentino, elegido tres veces presidente de la Nación, y
fundador en 1945 del peronismo, que desde entonces es una de las corrientes
políticas con mayor adhesión en la Argentina, sobre todo en la clase obrera y
los sectores sociales más postergados. El surgimiento del peronismo como
corriente política con identidad propia fue un proceso que comenzó a fines de
1943 y se concretó en 1945, como resultado de una alianza del coronel Perón con
la mayoría del sindicalismo socialista
y revolucionario, y parte del
sindicalismo comunista y anarquista.
El
Gaucho Martín Fierro es un poema narrativo, escrito en verso por José Hernández
en 1872, obra literaria considerada ejemplar del género. Debido a que tiene una
continuación, La vuelta de Martín Fierro, escrita en 1879, este libro es
también conocido como «La Ida». Ambos libros han sido considerados como libro
nacional de la Argentina, bajo el título genérico de «El Martín Fierro». En «La
Ida», Martín Fierro es un gaucho trabajador al que la injusticia social lo
vuelve gaucho matrero (fuera de la ley). Narra el carácter independiente,
heroico y sacrificado del gaucho. El poema es, en parte, una protesta en contra
de la política del presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento de reclutar
forzosamente a los gauchos para ir a la frontera
Uno
de los mejores momentos de La vuelta de Martín Fierro, la secuela de El gaucho
Martín Fierro, que José Hernández escribió en 1879, está marcado por la
presencia del Viejo Viscacha (tal la denominación que le da el autor y no
“Vizcacha”, como se empeñan en denominarlo muchos docentes, críticos y
reseñistas).
El
Viejo Viscacha personifica al gaucho bandido y ladino que aprovecha cualquier
circunstancia para obtener una ventaja y que no duda en practicar el robo o el
engaño para salirse con la suya.
Hasta
aquí lo que se encuentra preguntándole a Internet sobre estos personajes. Es a
este personaje (Viscacha) al que refería la señora CFK cuando decía, en un
discurso de “cadena nacional”, que ella sería “la vieja viscacha” de Daniel
Scioli; sin consignar, al menos en ese discurso, encadenado nacionalmente, si
compondría el mismo personaje literario si quien resulte presidente no fuese de
su proyecto. Eso nos quita globalidad para su premonición.
Borges
tenía dos grandes reparos al Martín Fierro. El racismo manifiesto. La apología
del ventajero. El primero por la payada con el negro, el segundo el personaje:
Viscacha. Estos dos reparos no le impedían reconocer la existencia del libro
como un Libro Mayor de Argentina.
Perón
tenía este libro como una de sus citas obligadas en la conversación personal.
Gustaba cerrar cada concepto con una cita en verso del libro y el capítulo del
personaje. Se sonreía citando al viejo Viscacha.
Borges,
un liberal decimonónico, centraba en la libertad su posición con la sociedad.
Perón,
un militar orgánico, fijaba en la disciplina su doctrina. Nada mas lejano del
liberalismo que la obediencia debida del sistema militar, al que refiere sus
comportamientos la doctrina peronista.
Tuvieron
fuego cruzado. Se repelieron sin pausa. Caben a Borges los improperios directos
al régimen y a los “nacionalistas” o “falsos nacionalistas” el anatema al
escritor. Es curioso como cierto marxismo a la violeta vituperaba a Borges con
igual o mas saña que los ultra nacionalistas. Esa similitud no fue la única, suele repetirse.
No
hay muchas dudas sobre un ensayo que concluirá, cuando se escriba, que fueron
anverso y reverso de una moneda argentina. Acuñada hace tiempo y sin matriz que
reproduzca sus relieves originales
Es
a Borges a quien se le atribuye la tipificación del peronismo:”incorregible”.
Es al peronismo al que debemos “el ser nacional”, aquel fenómeno consignado por
Hernández Arregui y resignificado por Cooke como el “hecho maldito” de nuestra
burguesía. Perón lo desarrolló.
La
burguesía europeísta de Borges. Los cabecitas negras de Perón. La misma que
vota (“la chusma valerosa” indica
Borges) y pertenece a la movilidad social ascendente de la que se vanagloria el
peronismo cuando se define policlasista.
Es
a Perón a quien debe imputarse la conformación de la sociedad argentina del fin del Siglo XX. Después del
17 de octubre de 1945 las cosas no fueron ni son iguales.
Hay
un punto de fuga, de dudas en el horizonte. Borges no quiere que los defectos
del Martín Fierro se escondan y los halagos triunfen. Allí está su enojo con
los ejemplos de vida del viejo Viscacha y con el racismo manifiesto. Por la
fecha de su célebre ensayo puede suponerse que es al libro de José Hernández a
quien califica. Por su militancia antiperonista se diría que Perón era la
personificación (en My Dear Georgie) del malvado personaje y la justificación
del libro.
Quedan
fuera de estas consideraciones CFK, la señora ex presidente, también Scioli y
Macri. El libro nacional y los perfiles de la medalla son reales. Es fácil
advertir que ninguno de los personajes mencionados da la talla. Ambos referían
a un país (Borges y Perón) que buscaba el mundo a través del pensamiento, del
desarrollo intelectual. Hoy las cuestiones, pedestres y mínimas, teñidas de egoísmo, que no es lo
mismo que personalismo, clausuran la esperanza.
El
contrafactismo sirve para la diversión, por tanto divirtámonos con una pregunta
imposible. Quien de los actuales personajes argentinos podría conversar, mano a
mano, con cualquiera de los dos actores del ser nacional. Extendamos la broma:
quien de los actuales entrevistadores, de libreto y pre producción, podría
reportearlos. A no afligirse, el contrafactismo es, simplemente, resucitar a la
abuela.