Publicado en diario La Capital, 23 de noviembre de 2016
Hay temas que consiguen esa calificación. En rigor indican que la mayoría, siempre circunstancial, o el momento en que se definen esos hechos, no se corresponde con lo que es aceptado sin oposición o que, sucede en muchos casos, está en franca disonancia con un criterio que se supone mayoritario. Las minorías, por construcción, son políticamente incorrectas.
“Significa que la acción (o decisión) no guarda diplomacia con las costumbres, moral o la situación actual del pais, estado, municipio ... y que va a tener una consecuencia adversa con la vida política del tomador de decisiones o del partido en que milita”.
“Decir algo políticamente correcto, es decir algo "con tacto y educación", es decir, cuidando las formas para no molestar a nadie (o en su caso a los menos posibles). Por contra, decir algo políticamente incorrecto, es decir algo de forma brusca y sin tener en cuenta que puedas "herir" los sentimientos de quien escucha y/o lee”.
Ambas definiciones (en la red) ubican la cuestión. No es el sentido final de aquello que se dice sino la forma, el modo, el momento.
La soga en la casa del ahorcado sería la mejor definición de algo políticamente incorrecto.
Tenemos muchos ejemplos. Barras bravas, droga, mafia, narcotráfico, trata de personas, ilegalidad y asesinatos cuando se entrevista a los presidentes de clubes de fútbol profesional es un caso ¿Cómo podrían explicar que no saben nada…? Para esquivar el bochorno directamente no se habla del tema.
Algunos actores sociales se abusan del cuidado de lo que es correcto. Se abusan y esquivan, de ése modo, su participación en procesos oscuros de la sociedad. Algunos periodistas no preguntan lo que suponen incorrecto. Ni bien ni mal. Sucede.
La enumeración de algunas cuestiones políticamente incorrectas llevan a la verdadera entraña del país.
Negarse a la actualización de las formas del voto, para impedir el fraude, la apretada, la infinita maldad del conurbano y los caciques y caciquejos que condicionan candidatos y, finalmente, el estado en el que vivimos es un tema incorrecto, se disfraza la maldad del fraude objetando formalidades. El tema verdadero, correcto o incorrecto, es el de los representantes del pueblo. La transparencia es lo correcto. La alternancia. El recambio.
Senadores y/o concejales con 20 años en el cargo, en el mismo cargo, no pueden hablar de democracia y alternancia. Mucho menos pedir que un gobernador no sea reelecto y a ellos se les condone el pasado para asegurarles su porvenir. Los reporteamos, los escuchamos hablar de democracia representativa. Vamos, gremialistas que entraron como cadetes y hace 50 años que están en el sindicato. Che. No embromen,
Enojarse por la crítica, cuando se es un personaje público, negar el reportaje, esquivar el análisis y plantear la denuncia a los propios yerros como una persecución personal está claro que sucede, pero también que debe denunciarse, aún cuando se trate de ídolos populares que atraviesan los juicios cubiertos por la coraza del amor de sus seguidores.
Lionel Messi pagando la multa por evasión, confesando de traje y corbata, aceptando que era culpable, que no sabía que hacía su papá, es un buen ejemplo que aquello que persiguió el fisco español era cierto, aún cuando empañaba la impenetrabilidad del ídolo. En Argentina criticar a Messi es políticamente incorrecto. Aquí no pagaría esos impuestos.
Oponerse a la ley de “galgos” (carreras, con apuestas, de perros de esa raza) es un punto difícil, pero debe admitirse que los caballos tienen esos o mas problemas ¿iremos al fin de las carreras de caballos? Es moda o es redención. Tal vez ni una cosa ni la otra. Hoy los galgos son los santos de la jornada y sus dueños los explotadores. Discutir el tema básico :¿ existe o no existe la “conciencia animal”? no es posible, no en estos días. Caballos de salto, caballos de polo, el mismísimo gaucho está en problemas, con o sin corrección política para tratar el tema. Castigar a un animal es delito de lesa humanidad para algunos exagerados.
La decisión yanqui: votar a Donald Trump’ y que sea electo presidente, ha llevado el tema de lo que es políticamente correcto a un límite que no se pensaba pero que, ay, apareció.
Cuestionamos la democracia (chicos, lo eligieron ellos en votaciones libres). No aceptamos que el “Estado de bienestar” está perdiendo la batalla, retrocediendo. No hemos decidido aún (pero no falta tanto) que los empleos que desaparecen se relacionan con las inmigraciones y, por tanto, debemos odiar a los inmigrantes pese a que… ¡ fuimos todos inmigrantes!.
Este es el dilema que viene. La xenofobia, el bolsillo y el fracaso de los sistemas políticos capitalistas, mientras nos acercamos ciegamente a la otra vereda, a la injusticia y la tiranía de Putín y/o China Continental, con sus miserias, arbitrariedades e injusticias a las que negamos mencionar, para sostenernos en la blasfemia de lo “políticamente correcto” en cuestiones internacionales.
Para que se entienda. Los mismos que acusan a Donald Trump por sus manifestaciones derechistas, xenófobas, misóginas y definitivamente crueles, son los mismos que comercian con los chinos y usan el gas ruso sin problemas.
En rigor lo políticamente correcto confronta con la realidad. Una decisión política que la sociedad no asimiló, aún no asimiló, sirve para entender que lo políticamente correcto puede ser hipocresía en proceso; el ejemplo mas claro es la Ley de Paridad. Cómo negarla… la demora en aplicarla desnuda a la clase política, pero mas a quienes esos políticos representan.
Políticamente correcto es que los periodistas no confiesen su pasión deportiva y su filosofía política. Tambien que los actores políticos de primera clase escondan sus dineros, sus amantes y sus costumbres vitales.
Llevando las contradicciones donde corresponde: es políticamente incorrecto vivir sin filtro.