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domingo, 30 de octubre de 2016

El eterno piripipí


Publicado en diario "La Calle", de Concepción del Uruguay, 30 de octubre de 2016


Entre las cuestiones que, desflecadas pero permanentes, acompañaron al imaginario argentino del siglo XX, estuvo la revolución.
Trasnochada, inconclusa, deseada, anunciada, programada y prometida la revolución, en Argentina, es parte de un juego de palabras, equívocos y compromisos. 
Las revoluciones marxistas son el sueño eterno del 3% del país. La de octubre y la larga marcha de Mao. La vieja frase trotskista:” cuanto peor, ¡mejor!”, por aquello de las contradicciones, cada tanto aparece. Ahora, catedráticamente, la beatificación del populismo empujó a los jóvenes turkos a perderse en un sueño. Se aclara, populismo no es revolución.   
Un piquete, una toma gremial, los lleva a la toma del palacio de invierno (25/10/17) o el asalto al cuartel de Moncada (26/07/53). El cruel error del slogan “cierran calles pero abren caminos” fue/es uno de los ejes del siglo XXI. Lamentable. 
En Argentina, con los años, las “revoluciones” fueron reconsideradas, reclasificadas. La Revolución del 6 de setiembre de 1930 fue un Golpe de Estado. Allí se rompe la continuidad de una democracia que tiene origen y sustento a partir del voto secreto y obligatorio. Amamos el voto en Argentina. El voto es “la democracia” que consagra a Irigoyen en 1916. Se sostiene. 
El 4 de junio de 1943 hay un pase de factura sectario, un minigolpe de Estado. Tiene consecuencias laterales no previstas. El “día de jornada redentora”, como rezaba la marcha afín, no pasó la etapa clasificatoria. Edelmiro J. Farrel sospechó de ése Coronel morochito y engominado. Vaya uno a saber  si dimensionó qué cosa se había desatado.
Como quiera que se clasifique, para acomodar el 17/10/45 a una secuencia, es evidente que fue una fecha drástica. No puede definirse como Revolución. Es, sin embargo, lo más cercano. 
La instauración del régimen peronista (23/02/46) recategorizó al votante. La distribución de la riqueza, el aparato del Estado, el rol del sindicalismo y la división de poderes fueron otras. Un cambio apareció. Aún estamos tras sus huellas. Para bien o para mal. El voto lo consagró. Para el peronismo el voto otorga derechos, no fabrica deberes. Pero se sujeta al voto. 
El 16 de setiembre de 1955 otra vez la rapidez para la definición: Revolución Libertadora. Ni una cosa ni la otra.  Los dirigentes fueron demorados, postergados, torturados, asesinados. El gobierno peronista no era inocente. Aparece “la” venganza.
Rigurosidad periodística: en esta fecha sube varios grados la ferocidad del desencuentro nacional. 
Es en el golpe de estado de 1955 cuando la persecución y el juicio sumario, claramente injusto, se incorporan. Peor: comienza a entenderse y justificarse. A la revancha facciosa los argentinos la han sufrido, en cada golpe de Estado,”como si” fuese una justicia revolucionaria quien la aplicase. 
Wikipedia ayuda.  Revolución: “revolución es el cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Se establece la revolución como una idea cambiante; estos cambios pueden ser económicos, culturales, religiosos, políticos, sociales, militares, etcétera”. La ampliación del concepto, en la misma fuente, trae el imaginario novelesco al argumento: “Los cambios revolucionarios, además de radicales y profundos, han de percibirse como súbitos y violentos” 
El 29 de marzo de 1962 los militares, en lo que ya no es mas que eso, un Golpe de Estado, derrocan a Arturo Frondizi. Fin del último proyecto totalizador del país. Se insiste: el último proyecto de país. 
El 28 de junio de 1966 desplazan a Arturo Umberto Illía (siempre fue duro, para los correctores, dejar el Umberto sin “hache) La llamada “Revolución Argentina”, que también se denominaría “Onganiato” por la fuerte presencia de un  general: Juan Carlos Onganía repone, en la Argentina de los vaivenes golpistas, la ferocidad de setiembre de 1955.  
El gradiente superior de crueldad, injusticia, desapego a las leyes, es la más clara y evidente muestra del descontrol entre actores políticos. Los civiles no dudaron en sumarse al “Onganiato” y castigar manifestaciones populares, básicamente al peronismo y sus militantes de base. Y es más cruel y feroz porque se manifestó, no se ocultó.
La “noche de los bastones largos” marca el fin de una saga romántica. Universidades autárquicas, claustros como santuarios. Eran. Chau. The End. Los militares (con un civil, Frischknecht) el 29/07/66 entran a saco en la Universidad. Adiós a un país. No hay revolución de las derechas argentinas, solo crueldad y castigos. La sociedad lo entendió así.  
Onganía es el primer militar definitivamente temido por todos. Después del “Onganiato” no hay más diálogo posible entre dos sociedades, la civil y la militar. Se diría que definen roles, para lo que sea, ambos sectores. 
El golpe de estado de 1966 desata furias que ni siquiera se sabía que estaban allí, en el fondo del carácter popular. Adolfo Ramón Bello, estudiante, muere, en Rosario, en 1969. Asesinado de un balazo. “. Las cosas comenzaron a tomar una velocidad que no permitía tanto manejo en las curvas. 
1976 (MCMLXXVI) fue un año bisiesto y fue designado como: El Año del Dragón, según el horóscopo chino. "Es inminente el final, está todo dicho", afirmaba el vespertino La Razón  el 23 de marzo. La Prensa (es un "control operacional") La Nación (una "asunción de poder"). Clarín ("un nuevo gobierno") En los diarios no se habló de revolución, ni siquiera de Golpe de Estado.  
Crueldad histórica. María Estela Martínez de Perón, Isabelita, la Chabela, no se menciona, hoy, como lo que fue: primera presidente mujer de Argentina, con todos los votos, con todos los atributos.  El relato alterado comienza a manejar los acontecimientos. Videla, Masera y Agosti y el horror. 
En 1982 la cuenta regresiva. El general dipsómano, en mitad de los vahos etílicos, sostiene la invasión. Malvinas. Alfonsín. Juicio a las Juntas (con más condenas que en Nuremberg). La democracia de mil años comienza. En 1983 el voto convocó. Uf, menos mal. Al fin. Desde entonces el voto manda forever. 
¿Y la revolución? Lenin, el Che, Trotsky, Mao, Fidel, Prestes, Kadhafi. Menciones en el café. Revolución. Diez letras. Vertical. Cambio social drástico. El perfil del Che en las camisetas, hilanderías de Taiwan.
En Argentina, inesperadamente, en Argentina el siglo XXI convocó todos los fantasmas de un  romanticismo de guerrilla y pelotón. El ayer, todo el ayer. 

No está asentada la polvareda del fin de siglo. El siglo del helicóptero comenzó. La contemporaneidad anula el juicio. Hacia atrás solo vale la nostalgia. Hacia delante una convicción: no alcanzó con el piripipí. La gestión, la administración de la cosa pública, la responsabilidad vuelve torpes, peligrosos, lejanos a los exagerados. La democracia necesita eficiencia, no es épica, no es heroica. Es laburo cotidiano. Se insiste: no alcanza con el piripipí. Escepticismo periodístico: se vio, se ve, se volverá a ver.