Eran distintos los almanaques en aquellos años de la primera infancia. También de los primeros números, porque esos números grandes de los almanaques servían para practicar eso, el aprendizaje de los números.
Los almanaques con el día que se tira de un talonario, que tiene refranes por detrás, era una cosa, la seguidilla de números en una hoja apaisada, para que entrasen, era otra. Un a hoja por mes.
Los días en rojo eran los feriados. Eran almanaques sencillos. Carnaval de domingo lunes y martes. Semana Santa con Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección que, por aquella cuestión de crecer alejado del catolicismo no sabía muy bien si tenían un plazo fijo entre una cosa y otra. Todos los años estaban y eso alcanzaba.
Sabíamos, si señor, de la pascualina de verdura y la música sacra en Semana Santa. Y los cafés cerrados. Ni cine.
Los feriados eran clásicos. Pocos. Importantes. El 25 de mayo que comenzaba con la semana de mayo en la escuela. El 20 de junio y la gesta de Belgrano, un espantoso general porque no era militar, que entendía argentina con dos siglos de adelanto porque era mnuy inteligente. Y el 9 de julio y la casitra de Tucumán.
Años enteros discutiendo si había o no había paraguas en la plaza el 25 de mayo de 1810.
Como Argentina era y es un poco porteña antes que nacional, el 12 de agosto día de la Reconquista de la Ciudad de Buenos Aires, la evocación de Santiago de Liniers. Después el 17 de agosto San Martín así, todo junto.
Estudiar sobre la Semana de Mayo. Representaciones. Estudiar sobre el día de la Bandera. Estudiar sobre ese congreso de Tucumán, cuando Laprida no era un cuaderno de tapas duras y la gesta de San Martín en Agosto. El recontra general. El santo de la espada. El padre de la patria. No nos parecía demasiado.
A nadie se le ocurría correr feriados ni acomodar las cosas para los lunes y los viernes. Si daba la suerte era eso, la suerte que este año cae en lunes y entonces desde el viernes no vamos y la otra semana será corta.
Las vacaciones de invierno eran eso, vacaciones con el frío encima y todo el mundo. Eso de conformar a los hoteleros para que vayan todos al mismo lugar en caravana y días diferentes no existía en la imaginación de funcionario alguno.
Había Kermesse y pastelería casera para juntar dinero. La Cooperadora escolar acomodaba pesito sobre pesito para ayudar con alguna pintura, una pared con el revoque suelto y, acaso, una beca a las dos chicas mas pobres del grado, para que no se perdiesen el viaje. Callada solidaridad que nadie discutía. Se hacía porque estaba bien hacerlo. Listo.
No se en que momento empezó una historia en la que las fiestas de la patria ya no eran fiestas de la patria sino fiestas personales en las que nada teníamos que decir del 25 de mayo y los planes eran pàra saber que hacer, personalmente, con 5 dias libres.
Una vez por una cosa, después por otra, en la escuela dejaron de preocuparse por la semana de mayo y los debates de la independencia y afligía mas qué hacer con esos días libres. Ni deberes para el hogar nos daban.
Hoy, que ya no estoy para fiestas de la escuela primaria ni siquiera extraño aquellos acontecimientos. Parecen novelitas de Corín Tellado, románticas, con finales felices. Aunque no se, no se, aquellos olvidos son una de las causas de estos días, donde la frase en broma de Don Atahualpa Yupanqui parece perfecta. El decía: “ detrás de los equivócos se vienen los perjudícos…” (así, con el acento equivocado).
Tanto olvidar el ayer hace que en cualquier momento se nos venga encima. Y acaso no con lo mejor. Tampoco lo se.
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