Las canciones, en aquellos primeros años camino de ida por este valle, tenían dos sentidos. Inútiles y pasaban de largo o decían algo que nos parecía propio y eso, nos apropiábamos de las canciones.
En el bar tras la derrota a la carambola ( a una raya, esto es, 25 carambolas) los mas grandes, a quienes mirábamos fumar y jugar con el pucho en la boca, al que perdía le cantaban, entre otras canciones:… “ que tarde que has venido no ves que ya es invierno…” Y era la versión de los cantores de Héctor Varela, en realidad de Argentino Ledesma, ese santiagueño tan joven entonces. Carlos Weiss el autor de la letra. Corazón Argentino Ledesma era un cantor santiagueño que no entonaba chacareras.
Ante la cara de fastidio del perdedor a veces entonaban…” no puedo verte triste porque me mataaaaa” del famosísimo bolero Nuestro Juramento, el que dice en uno de sus versos” quémame los ojos…” que usaban cuando alguien “pifiaba” la carambola. Difícil era imitar esa vocecita de Julio Jaramillo.
Algunas de estas canciones, las mas conocidas, la propaladora de la Avenida las lanzaba y lanzaba al aire después de las 5 de la tarde y hasta las 8 de la noche en los veranos de chicharras y mariposas del alfa.
Dentro del café, con la puerta entrecerrada por la luminosidad, la mesa de casín y la de carambola tenían jugadores, apuestas por plata, turnos de espera, el humo de cigarros, el tufo de la siesta y canciones.
No había folklore en el café aquel. Tango y boleros de moda. Recuerdo uno de “Cuco “ Sánchez, que cuando lo vi en fotografías no me pareció tan feo como su sobrenombre sugería, pero “cuco” para los mejicanos no era lo mismo que para nosotros. José del Refugio Sánchez Saldaña era su nombre. “Guitarras lloren guitarras”. Y otro: “Fallaste corazón”.
El bolero mejicano, como todos los boleros, habla de tristezas por amores perdidos, desencontrados, desairados. No hay mucha diferencia con ninguna canción que cuente desengaños. Como dice Atahualpa. Cambia la velocidad, pero la canción es la misma. Te fuiste. Volvé. Te extraño. Te perdonaré. Perdóname.
Sin embargo hay dos canciones que me acompañan desde entonces. Una de Discépolo: “ fue a conciencia pura que perdí tu amor, nada mas que por salvarte…” escrita antes del 1935 porque hay una versión de Gardel y cuenta, en sustancia, la desgracia de un tipo que no quiere arruinar a la mujer y la abandona. Raro, pero es un tema que recuerdo y hasta ubico la mesa de la cocina comedor, el mantel de hule, la hora previa a la cena y las canciones. Confesión se llama el tango que firman Amadori y Discépolo . La otra un vals del que recuerdo siempre dos versos: …” yo no se que me han hecho tus ojos, que al mirarlos me matan de amor…” pero este no tiene cantor, escucho voces dentro y me parece que lo han cantado al vals, porque es un vals, todos los cantores de tango que conozco. No será así, pero cualquier versión es suficiente. La música es de Francisco Canaro. La letra la firma el mismo Canaro, pero cualquiera se da cuenta que se la compró a alguien.
Ya en muchachito que emigró a estudiar hay una zamba de Los Fronterizos (versión de Los Fronterizos) que ubica el sentimiento exacto con el que viví el desarraigo: “…nostalgiosa llevo el alma, por las calles de la ciudad…” es un Falú / Dávalos de la dé cada del ’60.
Si me preguntan cual, pero cual es, bien en el fondo, la canción que me puede me veo mirando el río Paraná y escuchando el bandoneón asmático de Isaco Abitbol estirando esa melodía tan sencilla como inatajable, que vaya a saber desde que rincón de su sangre le viene. La calandria. Nota: tiene letra, pero no sirve. Busque la melodía. Le perforará el esternón sin duda alguna.
En cambio si se busca una definición de algunas vidas hay un vals que, en dos versos, nos define a muchos. “Sigan adelante pingos de mi tropa, que de un viento errante somos nubarrón…”
Algunos se creen tormenta. Otros la montaña. Los hay que se creen el himno. La vida es mucho menos que esas ínfulas y esos egos. Francisco García Jiménez describe nuestra fragilidad. De un viento (errante) somos nubarrón, eso es todo. Si, claro, después llegó Dylan, pero soy mas viejo que Zimmerman, o igual.
Leonard Cohen, cuando quiso enamorarse de algunos versos, eligió a Federico en Nueva York en 1930 poco mas, o menos. El vals “palomita blanca” se escribió en 1929. Antes que soplaran tantos vientos diferentes. Siguen soplando. Canciones son canciones.
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