Escuchar radio, la radio, en rigor una radioemisora que, en Amplitud Modulada, envíe sus ondas hasta el radio receptor, empezando por aquel a válvulas y con el “ojo mágico” que indicaba la calidad de la sintonía me acompaña, en actitud de escucha, desde que tengo recuerdos y miro hacia atrás y eso, confieso, es parte de mi vida.
Culturalmente estoy armado para escuchar algunas cosas en la radio que son, en síntesis, parte del armado diario. El hombre es, aunque no nos demos cuenta, una estructura cultural a la que, a veces, le duelen las tripas. Lo que se arruina, se emparcha, se deteriora es el hecho cultural. Los pueblos somos comida y recuerdos.
En las radios, debido a las radios (en realidad los radioreceptores y la seducción de los programas de las radioemisoras) se ordenaban los días y las horas.
Una relación de clara dependencia se establecía y establece con aquellos que, al levantarse temprano, necesitaban y aún necesitan saber pocas cosas, siempre las mismas y siempre exactas. Temperatura y humedad, el “H.T.H” (Hora, Temperatura y Humedad). Que todos los programas televisivos matutinos imiten un estudio de radio y tengan, en números muy visibles, los datos mencionados no hacen nada mas que corroborar que se actualizaron las herramientas para un mismo servicio: H.T.H.
Se de quienes escuchan televisión desde otra habitación. En determinados horarios lo que hace falta es una voz. En la mañana es obvio, porque uno necesita conocer algunos datos, pero también hacer algunas cosas inalterables. La rutina es eso. También en la noche o, mejor, en la soledad. Una voz quita soledad. Aún surte efecto.
Después vienen los amores especiales. Por una voz, un sonido, un horario. En el horario de la cocina, del tiempo de cocinar, la radioemisora o el televisor deben estar puestos en tal lugar y con ése programa donde habla fulano y dice aquella cosa que estamos esperando escuchar.
Los horarios son parte de un ritual donde nos encontramos con quien nos interpreta y piensa con, por, desde nosotros.
Desde El León de Francia, Fachenzo el maldito, La maestrita de Pajas Blancas, Tarzán y el Radio Teatro Palmolive del Aire la novela, la impostación, el relato nos acompaña. Se insiste, cambiaron algunas formas pero no la sustancia: ilusión, que de ilusión también se vive y las radioemisoras, en determinado horario, eran las proveedoras de la cuota diaria de ilusión. Por si hace falta se insiste: somos adictos a la ilusión.
En las madrugadas por estadística, queda el 5% de la población despierta. El 100 % de la audiencia nocturna sería el 5% del total de posibles escuchadores, oidores de un programa y la ilusión persiste.
Las cárceles, los hospitales, usados como razón, como argumento, sirvieron para que si, por una buena una vez, las autoridades decidieran que si, que se podía transmitir las 24 horas de forma continuada, que esos sitios lo necesitaban. Le dieron una mano a los solos, les dieron permiso para tener un horario y una compañía.
La noche, que es tan diferente y necesaria, permitía que radioemisoras lejanas llegasen hasta los aparatos cercanos a nuestra mesa de luz, tablero de dibujo, puesto de portería, mostrador de la sala de guardia, ventanita de la celda. Durante muchos años “Una voz en el camino”, de Radio Rivadavia de Buenos Aires, dejó ab ierto un micrófono toda la noche y fue una de las pocas voces de la primera madrugada, esa que va hasta las dos de la mañana. Se sabe que de dos a cuatro de la mañana el total es menor al 3% de los habitantes. Una nada en el total y el total de los despiertos. Cuestión de horarios.
Los de las 4,30 es porque entran a las 5 a laburar. Los de las 5,30 y los de las 6,30 igual, con media hora de masividad, de necesidad, pueblan las radioemisoras con sus radioreceptores. No importa si se repite la información porque la necesidad reaparece. H.T.H.
En Rosario no hace mucho, mucho menos que el tiempo de la vida de un hombre, que aparecieron las transmisiones de 24 horas. Y se anunciaban con orgullo. “Radio fulanito, ahora las 24 horas con Usted”.
Hoy que las radioemisoras autorizadas son muchísimas por la Frecuencia Modulada (mas penetrante y de menor alcance territorial) nada se ha perdido y todo se ha transformado. Cada noche los solos y las solas tienen compañía. El tachero de la noche no está solo y tiene ofertas para elegir. En cada horario mas variedad. Hasta cuestiones de fe se tramitan a la noche con mas profundidad. El que escucha a la noche es mas “escuchador”, mas solitario, mas compañía encuentra en una voz, un consejo, una canción. La misma voz, el mismo consejo, la misma canción siempre.
Haber crecido con “La pareja Rinsoberbia”, el “Glostora Tango Club” y “Los Pérez García, cada día una nueva emoción” habilita a que evoque una contraseña que solo es posible recordar si se estuvo presente cuando ése horario existía: “20 y 25, hora en que doña María Eva Duarte de Perón entró en la inmortalidad”. El top. Y el segundo de espera. El resto de la transmisión podía acomodarse, esos segundos no. Después de setiembre de 1955 ese horario desapareció. Ese horario. La memoria es otra cosa.
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