Se ha dicho, tal vez sea conveniente repetirlo: el eje del peronismo, como forma de actuar en / por / desde el poder, está resuelto en el gremialismo.
Desde su construcción, desde 1945 y hasta 1953, que las circunstancias cambian (las objeciones en el segundo mandato, el abuso del poder policial sobre la sociedad, los excesos mediáticos, el crac económico, el cambio de los ejes internacionales de macro política y economía) y, desde luego, a partir de setiembre de 1955 y el derrocamiento de Perón, es el gremialismo el que, apoyado en leyes que lo protegían, decide reformularse, mantiene las reivindicaciones sociales del peronismo y se convierte en el verdadero poder en la resistencia, el poder a destrozar, convocar, corromper.
La conformación de los sindicatos, debido a Perón, tiene conquistas que fueron decididas por decreto, deja fuera al marxismo, al socialismo y todas las formas del anarco sindicalismo y la construcción piramidal (como en el ejército, Perón era un general, no olvidar) obliga a los gobernantes a una conversación con esas cúpulas sindicales, conversaciones que comienzan con las reivindicaciones gremiales como base de todas sus discusiones, pero que se dirigen al eje, la médula: el poder político, la economía, la distribución de la riqueza. El poder gremial discute la riqueza. Quiere su parte.
El sindicalismo peronista, con los años, ha entendido que la verdadera discusión no es el salario, un punto mas o menos, sino cuánto del verdadero poder político, de sus decisiones, de las decisiones económicas pasa por sus escritorios.
El sindicalismo peronista es, como corresponde a un sistema piramidal, básicamente injusto y no deliberativo. Con los años, con los muchísimos años los mecanismos del pecado social, de la coima, los arreglos extra convenio, los vicios inherentes al poder generó, y hoy existe, una casta corrupta. Recordemos: el poder corrompe.
Cualquier mecanismo, artilugio, estrategia que el capital nacional, como el internacional, sostenga para derrotar a este poder que, claramente, piensa diferente sobre la distribución de los ingresos, apunta a denunciar a los corruptos.
Está claro que cualquiera de los Moyano, de los Barrionuevo, no resiste una investigación económica que pregunte de donde salieron sus privilegios, su situación económica pero eso es maquillaje. Cambiar un Triaca (padre) por un Moyano (padre e hijos) es cambiar nombres de corruptos (tengo de esto la mas íntima convicción) sabiendo que serán remplazados por productos genuinos del mismo sistema.
Para derrotar al gremialismo argentino (la base cierta del peronismo) se impone un cambio de legislaciones antes que una investigación sobre los bienes. Es necesaria una adecuación al siglo XXI y las leyes internacionales del trabajo (en el mundo occidental, capitalista, en el que vivimos sin ninguna duda) y donde aquellas conquistas del 40/50 y las luchas del 70/80 dieron como resultado un espejo para la formación de dirigentes.
La esclerosis, la corrupción, el deterioro constante de la clase política y esta, la clase de dirigentes gremiales, ayuda a justificar un cambio pero… ¿quieren los que, circunstancialmente, detentan el poder este cambio? Está absolutamente claro, es un valor en superficie que determinadas empresas, capitales, conceptos de la división del trabajo y la forma de repartir los dineros se opone a las leyes argentinas, les desconfían, las rechazan. Les espantan, huyen de nuestras leyes pero se insiste: cuántos dirigentes, empresas argentinas, sucursales de las internacionales, están dispuestas a este crac social que significará cambiar las legislaciones.
En el mundo donde se miran algunos dirigentes empresariales hay, también, un blanqueo de intenciones de estas, las empresas. Y en todos, absolutamente todos los casos el valor económico soporta los nacionalismos, las definiciones políticas. No hay dobles discursos. Los empresarios defienden el capital, pero también el poder político del que están vestidos, al que representan. Las empresas no coimean del mismo modo en sus casas centrales.
El poder gremial en Argentina defiende un Estado (el que generó el peronismo) que es amplio, generoso, del que forman parte.
Parece obvio que los que quieren reformular las leyes gremiales, las leyes sociales, avanzan sobre la concepción del Estado según lo resuelto en Argentina desde la primera mitad del siglo XX. Son Yrigoyen y Perón, el dueto infatigable de la participación, el voto y la protección al pueblo, el sentido popular de los actos de gobierno los que impregnan a los protogremialistas del Estado.
Presentar la reformulación de las leyes como el eje para vencer a los corruptos no resulta gratis ni sencillo. Denunciar al corrupto sin sostener quien corrompió no parece fácil. De hecho no hay tribunal que juzgue sólo a un sector de la trampa y el delito. No hay tribunal que no pregunte quien, cómo, dónde, cuándo… y lo inatajable: con quienes mas.
Ese dilema fatiga a los actuales actores políticos de la centro derecha democrática que detentan el poder político. No se puede escapar del tango que, saben en los centro de poder, se baila de un solo modo (“ se necesitan dos para bailar el tango”). Desconcierta otro tema: la burguesía industrial nacional: ¿acompaña? ¿Existe?
Mini reforma que se convierta en una propaganda, maquillaje. Es una salida. Moyano esposado. Es / sería parte de ésa salida. Las leyes gremiales levemente alteradas con aplausos del gremialismo de turno. Tal vez. Variantes que se estudian. Nada es seguro.
Atacar al poder gremial y sus leyes es mas que eso, es atacar un concepto de Estado, de protección del Estado al mas débil (entre Capital y Trabajo el peronismo siempre supo quien era el mas débil y jugó de padre)
Nadie sabe con qué dirigentes y de qué modo reaccionará ese Estado, al que decidieron atacar justo ahora, que la mitad de los puestos de trabajo se volvieron superfluos, viejos, inútiles, una carga en el siglo XXI.
Una de las leyes de la física elemental (que existe) es la del “Principio de Acción y Reacción”. A una fuerza ejercida en un sentido se opondrá una fuerza semejante… en sentido contrario. Lo escribo bestialmente, porque así debe entenderse.
El ataque al poder gremial parece necesario, como también inevitable. Es, finalmente, un ataque al peronismo, una construcción política que se siente incómoda sin el ejercicio del poder político porque, justamente, se siente parte del Estado o se desdibuja. Yerra.
Con qué dirigentes, hacia qué destino, este paisito de 40 millones, con CEOS errabundos, perdidos en los arrabales de los centros de poder universal puede resolver sin quemarse las manos, sobre una olla destapada, es una cuestión del destino, del azar, del capricho, de la ignorancia y de la predestinación. El periodista es cínico y pesimista. Por construcción. También por experiencia. Supongo, en estos días, que taparán la olla rápidamente. A nadie conviene otra cosa. Pero. Ejem. Esto es Argentina.
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