Google+ Raúl Acosta: Rouge #AntesQueMeOlvide

martes, 26 de septiembre de 2017

Rouge #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Las canciones definen estados, sociedades, circunstancias. No hay poema del cancionero popular que no remita a la sociedad donde fue escrita, para la que fue escrita.

El mandato de Gardel al cantar estos versos está visible: “… deliciosas criaturas perfumadas, quiero el beso de tus boquitas pintadas…” No todas las mujeres, no en todas las circunstancias, ni del mismo modo. Ésa era su sociedad. Cuando Manuel Puig, visiblemente  motivado por aquella sociedad decide retratarla la referencia es absolutamente intencional. Su libro máximo se llama “Boquitas pintadas”.

Hay muchas otras canciones que refieren a quitarse el rouge de los labios y hasta Discépolo, tan cruel consigo, insiste: “y pensar que hace 10 años fue mi locura, que llegué hasta la traición por su hermosura”…

El rouge sobre los labios es un signo de embellecimiento. Se supone, poco ha cambiado, que esos labios resaltados son una atracción a la mirada. Un juego de mostrar, sugerir, imaginar, sostener por medio de estos elementos.

Las muchachas aquellas, las que venían caminito de ida junto con uno lo sabían. Sabían que en la casa no las dejaban pintarse de un  modo, digamos, “provocativo”, que nunca se sabía bien cual era porque el criterio era de madres, tías y allegadas. Cuando no participaba el padre. El arreglo para salir a la calle, al mundo, a la fiesta, al paseo era una cuestión familiar donde todos tenían voz y voto, muchas veces mas que la verdadera participante de la salida.

Eran tiempos de hermanitos en la sala los días de visita. De chaperones custodiando la salida al cine, sección vermouth, para no volver tarde a la casa.

El rouge, los labios pintados tenían una directa relación con el noviazgo, el casamiento, el que dirán y el sagrado himeneo. Claramente: el hímen intacto en la noche de bodas. Virginidad.

No eran sencillas las disputas internas con las hormonas, las disputas familiares, no era sencillo nada libertario en un  mundo que ya se despertaba de otro modo con padres, tíos y abuelos que aún vivían un Siglo IXX en mitad del Siglo XX y no podían despertarse al nuevo día y mucho menos al porvenir. Vamos, che, que tomaban a escondidas las píldoras anticonceptivas y el “Gynovlar” (la primera de 21 días y la mas conocida) se guardaba en el trabajo o en la casa de la amiga que ella si, al decir que eran de “la beba” la mamá, que era viuda, se las dejaba portar en la cartera. También en el mueblecito del baño.

El lápiz indeleble, que no dejaba esa marca de rouge en las camisas, fue una revolución en las relaciones peligrosas, fogosas y subrepticias.

Las camisas manchadas de rouge eran una medalla en el bar de la esquina, un  insulto de la madre por tener que lavarlas y una picardía de aquella, la que nos despidió en el zaguán. Hoy minga de bar, lavado, picardía. Ni zaguanes quedan.

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