Google+ Raúl Acosta: Penitencia #AntesQueMeOlvide

martes, 12 de septiembre de 2017

Penitencia #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Confieso, al no estar bautizado en la fe católica, según una tía monja:”hay sobrino, estas viviendo en el pecado”… Tomando en serio esa fe puede que sea cierto. Y si le agregamos la definición de la Real Academia Española el asunto se aclara mas, si cabe. Que es una “penitencia”  para la RAE: “Sacramento en el cual , por la absolución del sacerdote , se perdonan los pecados cometidos después del bautismo a quien los confiesa con el dolor , propósito de la enmienda y demás circunstancias debidas . ... Pena que impone el confesor al penitente para satisfacción del pecado o para preservación de él”

En aquel primer caminito de ida hacia este mundo en mi barrio existía la penitencia pero era otra cosa. El flaco Aranda había roto un vidrio y otros desastres y luego de las disculpas familiares el flaco Aranda quedó en penitencia. Ni futbol a la tarde ni anochecer en la esquina, en la puerta del bar, cerca de los pibes mas grandes.

Conozco el caso de un amigo, Miguel, que los padres no interrumpieron sus 14 días en Mar del Plata (los hoteles gremiales cambiaron la vida de la clase trabajadora)  pero se llevó, bah, le llevaron los libracos y Geografía y Lengua fueron meticulosamente repasados en cada mañanita marplatense. Esa fue la penitencia.

La penitencia funcionaba por dos razones, las aplicaban y las aceptábamos. No existía esa necesidad, tan ambigua como real, de ser mejor que los maestros y/o los padres y discutirles el mando desde muy temprano en la vida, sino que se daba por entendido que había que aprender a ser mayor con disciplinas y a conocer a través del estudio. Ya llegaría, nos decían y lo creíamos, el tiempo de discutir el mando.

Conviene confesarlo para que nadie crea en la santidad del pasado. A muchos los fajaban con el cinturón y/o la chancleta y eso estaba y está mal. El sistema de premios y castigos ha variado, pero tiene una línea argumental que cruza la flecha del tiempo.

La penitencia era una palabra que cerraba inquisiciones. Blanquita no va al cumpleaños… porque está en penitencia. Joaquín no viene el sábado al campito… porque está en penitencia. Eran argumentos inatacables, sin tribunal de apelación (acaso algún  tío, una abuela, por cuestiones de fuerza mayor como un viaje, cuidar un sobrino menor) pero allí se terminaba la rebeldía.

La penitencia, aún aquella, la primera, al rincón y de espaldas. O la clásica: a la cama sin postre, pertenecen a una historia que puesta fuera de lugar resulta nociva, inexplicable.

Todo lo humano, fuera de lugar, es incomprensible porque es eso, precisamente, la cercanía, la historia, lo que nos acompañó permite entender.

Igual. Al cumple de Ana María no fui porque me llevé Latín y Dibujo. Terminé odiando a Sandro. Recordaba el “rosa/rosae” de la primera declinación. Con las penitencias pasaba eso. Hoy no se la razón de los odios. Estoy muy mayor para eso.

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