Google+ Raúl Acosta: Tostadas #AntesQueMeOlvide

sábado, 19 de agosto de 2017

Tostadas #AntesQueMeOlvide


Publicado en diario La Capital

Muchos estudiosos dicen que la música tiene una calidad particular para seducir, someter, tranquilizar a los hombres como a las fieras y el último argumento es que ni siquiera tapándose los oídos desaparece la música, que es muy difícil la censura y mucho mas difícil, empezando en la carrera de escuchar y escuchar, cada vez mas finamente, que la basura musical arrase a las sinfonías. Si y no. Algo es inatajable. Entra por el oído y se queda para siempre.

Con los olores pasa lo mismo. Entran y se quedan para siempre. A la mañana temprano, en casa, se tostaba el pan para el desayuno. Ese tazón de mate cocido, a veces con  leche, si el lechero llegaba temprano. No se compraba leche de mas ni existía la leche larga vida y siempre  debía hervirse antes de consumir. Con el tazón de mate cocido el pan de ayer resolvía la cuestión tostándose. Esa plancha de metal liviano y esa rejilla puesta encima. Rodajas de ayer. Trozos del pan francés, mignon, felipe, varilla, flauta, caserito, como quiera  llamarlo. Darlos vuelta con dos dedos, sin quemarse con el pan ni tocar la plancha caliente.

El secreto del pan tostado, de las tostadas, estaba en ese punto justo de tibieza que remedaba al pan fresco y caliente (una droga con pocos ateos en la tierra) y hacía olvidar la vejez. La tostada si estaba un poquitín dura (un poquito, decía la vieja) tenía una licencia, un “permitido” porque era pan tostado en esas frías mañanas antes de salir para la escuela y apurate, que vamos a llegar tarde.

No es posible olvidar el aroma del pan tostado. A las tostadas. Allí se queda, como alguna vez comenté, recordé, ubiqué ese aroma de pañales que tienen las casas bendecidas con  un bebé.

Los olores nos llevan la parte animal, verdaderamente animal de nuestro cuerpo. Esas partículas “odoríparas” tocan un cielo de neuronas, activan un “nosequé” que se corre por el cerebro y ubicamos, finalmente recordamos, identificamos. Tostadas. Si fuésemos perros moveríamos la cola asintiendo que si, que es un buen  olor y un mejor recuerdo.

Ésa cocina, esos tazones, aquellas tostadas forman parte de un recuerdo que el tiempo agiganta. Acaso  hace falta. Uno no sabe qué cosas recordarán mañana los que hoy desayunan temprano. Para ir diariamente a un colegio diferente al nuestro. Nosotros no salíamos, los padres no salían ni con  la televisión (ausente con aviso por inexistente) ni sospechábamos que el clima se volvería casquivano. Los inviernos eran fríos y de sabañones, las primaveras tibias y esperanzadas y los veranos cálidos.

Las tostadas, oliendo en la cocina como antes, devuelven el certificado del día. Cambió casi todo, casi. Algunas cosas son inalterables. Por ahora… y gracias al tostador. Ojalá la evolución siga distraída. Ese olor, es tan de uno ése olor.

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