Publicado en diario La Capital,
Los actos en la escuela primaria eran en el patio. La abanderada (fui a escuelas mixtas pero poco, con los turnos aún diferenciados y por la tarde la mayoría eran niñas) tenía su guardapolvo prolijo y recién almidonado y planchado. Traía la bandera y desde el “salón de música” llegaba el piano de la maestra de piano, teoría y solfeo que arrancaba con “aquí esta la bandera idolatradaaaa…”
Cuestiones de almanaque, calendarios escolares y muertes de los héroes: casi todas tocan en invierno.
Solo el día del estudiante toca en primavera (ja) pero a veces llueve no importa, porque la alegría es parte del juego (los que lo son, los que lo fueron antes…)
En los actos el protocolo de izar la bandera y a continuación dirá las palabras alusivas la señorita Luz Marina (y, si, tuve una compañera que se llamaba así, con un apellido italiano que no explicaba el nombre, excepto algún viejo cuento del Adriático)
En esos actos los primeros deslices con el horario y mirar a la del pelo suelto, recogido con una cofia de trencillas, que dejaba los mechones por detrás y sonreía. En el idioma aquel, que una niña sonriese era el disparador de la esperanza.
Después del acto un mini juego de encuentros y saludos en la puerta del colegio y de vuelta a casa. Todos juntos por esa calle y al doblar la esquina saber que estaba conversando con amigas. Que esperó.
Latía fuerte el corazón con el… hola. Había que animarse a saludar delante de “tooooodas” sus amigas que se reían. En el juego de la vergüenza, corrijo, de la inocencia, la risa de ese grupo de chicas era el peor desalentador de la esperanza pero no importaba. Si uno dijo …hola en mitad del territorio enemigo es que está dispuesto a llegar al fin del mundo porque había sonreído. Es mas. Seguía sonriendo.
La saludé, me contestó. Sonrió. El juego de señales seguro que ha cambiado. Quiero decir, los vehículos por los que el amor envía señales seguramente han cambiado. Ni están esos actos en el patio de la escuela, ni los telefonitos son los papelitos en el banco desde el turno mañana al turno tarde. Pero uno debería, deberíamos insistir en un punto. La esperanza por el primer romance porque las señales, del modo que sea, sobrevivan a esta velocidad e indiquen lo mismo. El primer amor esta cerca.
El primer amor es un juego que han jugado todos, como un diploma de crecimiento y se repite la palabra de esperanza.
Tal vez el punto exacto sea ese. Esa primera cita, esa primera mirada abrió, abre el camino a la esperanza. El amor debería ser eso: esperanza. Y los actos de la escuela eran eso, una puerta de entrada al amor, a la esperanza.
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