Publicado en diario La Capital,
Jugar al billar era parte de una enseñanza de cafés o de clubes. No había billares en la calle, al aire libre o en cualquier esquina. Los bares pequeños no podían tener billares. Hoy casi nadie juega, quedan pocos en uso.
En el centro de la ciudad estaban los bares con billares, algunos hasta con el nombre, por caso los 36 billares.
El taco, la tiza de “entizar” (qué verbo) necesaria para no “pifiar” (que uso de la palabra pifia, originada en la onomatopeya: “pif”.
El idioma es un canto rodado, se va acomodando. Se encuentra un uso parecido de las onomatopeyas en otra simplificación, en la interjección con la que se escribe el ruido con el que se aspira. “Snif”. Así aparece en las historietas. En buena parte de los sitios de habla hispana “snifar” es aspirar cocaína.
Volvamos a la tiza, las bolas de billar, el paño verde y el taco de ébano (qué cuentos, qué cuentos los de Jorge Riestra sobre los cafés, tal vez el escritor argentino que mejor los describió y, acaso, solo acaso, porque los amó mas que a nada en la vida.
En los bares de billares la penumbra que facilita iluminar la mesa. Y el costo por hora del alquiler. La mesa de billar, como el día, se alquila por hora. La penumbra divide el salón. El mundo a otra velocidad y allá, allá afuera.
Uno de los últimos refugios de aquellas humaredas y ese ejercicio de contemplación que conocí fue el ”Club Oroño”, en el boulevard con ése nombre y una entrada semiclandestina, no por prohibición alguna sino porque la piqueta, las construcciones inmobiliarias y los permisos municipales, lo dejaron al fondo de un largo pasillo improvisado en mitad de una zona que descuidaron y se llenó de altura donde debía haber palmeras, calma y distancia.
El billar obliga a caminar y tener un buen ojo, un buen pulso y el alma dispuesta a la pelea y a la pérdida. En el billar, tan lleno de bisectrices, ángulos, efectos, velocidades y consecuencias de todos esos factores, se aprende que un mínimo suspiro lleva a la tronera (las traducciones de yankilandia dicen “buchaca”), a golpear la bola chica antes de tiempo, a “venderse” (equivocarse y conseguir tantos para el otro) y perder una “volada” (seguidilla de carambolas en este caso) por una distracción y/o el humo del cigarrillo irritando la córnea al momento de “tirar”, que es empujar con la punta del taco la bola (la de punto o la lisa, dos, simplemente) y conseguir lo imaginado.
Carambola y Casin. Y variantes menos transitadas: Billa y Pool “La 31”. El snooker, una modalidad británica con mas bolas en juego (22). En los juegos de billar es uno contra otro, virtudes y defectos. Todo a la vista. Poco azar. Acción y consecuencia. A casi nadie le gusta perder y ser culpable. Casi nadie juega al billar en estos días. Por algo será.
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