Publicado en el diario La Capital
Cazar pajaritos es una frase atribuida a la tontería o la distracción. “Ése, je, ése anda cazando pajaritos”. No es una tarea que pueda asimilarse a la tontería pero los dichos tienen lo suyo. Hay quienes dicen que el distraído “está boleando cachilos” sin haber visto nunca un “cachilito”, una boleadora y menos la tarea de marras. No hay distraídos. El distraído es un atento a otras cosas. Conviene no atender otras cosas al cruzar la Avenida. Tómelo como un distraído consejo de supervivencia
Las palomas en las plazas son parte del juego de los niños y negocio de los vendedores de maíz partido. En rigor palomas y gorriones son los que sobrevivieron a todas las plagas urbanas y los bombardeos de smog. Hay una Hiroshima permanente para el pulmón del pájaro. Se aguantan y siguen. Deberíamos revisarlos, muchos sospechan que son mutantes.
Acaso reconocer que Sarmiento trajo pájaros que han sobrevivido a todo, inclusive a las canciones, los poemas y el hollín y el gas de combustión, no sería una mala salida para el revisionismo histórico. Hubo intendentes que trajeron halcones para combatir las palomas. Hay de todo en la pajarera del Señor. Las palomas son una plaga urbana y la gaviota arrasadora de los surcos la preocupación de Tarrago Ros (h.), León Gieco y Carito, ese personaje entrañable que inventaron.
Basta de contemplaciones con el dolor. El mayor, el definitivo déficit que trajo la civilización (y la barbarie ciudadana, digámoslo con todas las letras) es el ruido que suplantó el canto de los pájaros. Contaminación sonora.
Puede verse, sería milagroso pero acaso pueda verse un “hornerito” juntando humedad para amasar a pico y garra su casa. Difícil. Acaso. Pero no se oye el canto de los pájaros. No hay un concierto de pajaritos, como todavía pide Roberto Carlos.
La angustia ciudadana sostiene que una mini catarata de agua cerrada haciendo gorgoritos, mini ruidos, calma el alma. Puede ser. Si ¿Porqué no? Todo lo que no mata engorda. Pero sepamos dignificar el faltante. Si los pájaros cantasen esta no sería una ciudad, sería aquella, la que fue. O la casa de campo que imaginamos, también el aviso del country donde se insiste en que los pájaros cantan. Estaría bueno un reportaje a quien decide mudarse a un country para oir cantar los pájaros. Qué pájaros. Cuántos. A qué hora.
Antes se sabía si cantaba un cardenal, un chingolo o un canario. Antes se sabía que había pájaros por compartir la vida con ellos. Hoy son leyenda. Una mas, otra leyenda urbana. Convendría un cartel: visite esta ciudad, antes tenía pájaros.
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