Publicado en el diario La Capital, 30 de diciembre de 2016
Diego Bigongiari es escritor de libros específicos. Libros dirigidos. Rutas, vinos. También libros enojados sobre las “guarangadas K”. Porteño, hijo de un arquitecto toscano y una escritora de cuentos infantiles (Adriana Smolensky) mientras esperamos unos langostinos empanados preparados por otro amigo (Ceferino) dice dos frases impactantes. “Hay que esquivar los no lugares”. Lo explica: “hay sitios donde uno no debe ir, donde las cosas no suceden, los vinos no son buenos, la comida es peor y la atención no tiene cariño. Es una larga lista y se reconoce por las caras. Hay que mirar las caras de los que atienden a los turistas. Si no hay alegría estas en un NO lugar”.
Mientras un vino pesado acompaña a los langostinos sobre un colchoncito de rúcula verde / verde (es la única verdura que había a esta hora, se excusa Ceferino) dice la otra frase. “Hay pocos restaurantes de pescados que haya que visitar. Hay dos en Ushuaia y uno acá. SarasaNegro”…(“Estaba como nunca la había visto, vestido livianito de zaraza, con el pelo volcao sobre los hombros era una virgen que encontré en la casa” el vals “Temblando” (1945), de Acuña y Charrúa, usa la palabrita: Zaraza). Hay pañuelos de Zaraza. Tiene participación en el lunfardo: “Zaraza: Palabras sin sentido, que carecen de conexión con la realidad” y finalmente “Sarasa: hombre afeminado” pero Diego me interrumpe. “Restaurante de pescados. Nada mas. Apellido. Punto. Dos socios: Sarasa / Negro. Buena comida. Abundante. A veinte dólares el plato, 40 dólares con vino y postre, tal vez 50, comer en Argentina no es caro” Hace chasquear la lengua, bebe un trago haciendo buche con el vino y mastica el langostino despacio. No tiene apuro. Parecería que la gente sin apuro tiene seguridades. Parecería.
“Soy el tercer Chichilo. Tercera generación”. Conversamos a principio de diciembre…” desde el 20, pero seguro después de Navidad dejo de sentarme a jugar back gamon con ustedes porque no se puede y no me van a dejar, me van a putear mi viejo y mis tíos, tenemos tres locales, uno abre todo el año, mediodía y noche, el otro en invierno abre al mediodía y el otro tiene el trabajo delivery que aumenta y aumenta y en la temporada es un lío así que tengo que trabajar y listo. Si, sale de todo, pero si tenemos abierto todo el invierno es porque todo el invierno la gente come pescaditos… y gastan unos 150 pesos, promedio, por cliente”
Francesco tiene un restaurante sobre Olavarría, una calle que ha crecido en los últimos 5 años. “Asado. El turista quiere comer lo que come en su casa, pero que lo atiendan. Asado, bife, entraña, chorizos, papas, empanadas. No es ternera súper ternera como usted dice, es buena carne, vaquillona, sabor mucho y algo tierna, pero no es lo que buscan. Buscan sabor. Buscan carne, los turistas no van al pescadito todos los días, el pescadito es exótico para los turistas. Nadie come pescaditos en Lugano o Hurlingam todos los días ¿me comprende…? Aumentó mucho el mercado de parrillas. La carne es cara, no es lo mismo, una comida para dos no bajará de 400 pesos, es lo que cuesta, estamos en blanco, la gastronomía no es para todos…”
El menú fijo en MDQ no reconoce hábitos gourmet o regionalismos. Un día matambrito, al siguiente frituras de mar, después osobuco y un viernes pollo. Gaseosa y postre o café. Oscila entre los 120 a 200 pesos y me saben mejor que las comidas (por el mismo precio) en los restaurantes del micro centro rosarino. Se debe a la holgura de los horarios. Sentarse a las 11,30 o a las 14,30 es igual. Los mozos sonríen y traen el mantel de papel. Soy turista, aumento el PBI veraniego. La temporada es buena en número de visitantes, buena en serio. Los turistas (soy uno de ellos) no gastamos tanto como suponían, nos fijamos en los precios. Vinimos al mar. Comemos pescaditos, pero no siempre.
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