Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta
(Publicado en diario El Litoral, 22 de noviembre de 2015)
Es conveniente, en esta vigilia, atravesar un tema que, en la Argentina, se soslaya y en Santa Fe, directamente, se ignora. Un reciente reportaje a una figura ineludible de América Latina ayuda al tema.
Ante la pregunta concreta, el dos veces presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, sobre el distribucionismo, el reparto como eje de los populismos contestó: “Bueno, natural. El populismo es distribucionismo, no desarrollo. Es distribuir. Como consecuencia, a veces adquieren popularidad. El problema lo tienen cuando se heredan a sí mismos. Ahí sí. Pero normalmente, cuando se desgastan vienen otros gobiernos, serios, que son los que tienen que arreglar la economía y los populismos, entonces en la oposición, cultivan la nostalgia: “Ah... cuando nosotros estábamos, sí que se vivía bien...”. Esa es un poco la diabólica situación que hemos vivido tantas veces en América Latina. A veces, cuando tienen que heredarse a sí mismos, las cosas son distintas. Le pasa ahora al doctor Vásquez, por ejemplo, que tiene que enfrentar la herencia del gobierno anterior y se encuentra con que los números están muy desarreglados, las cuentas y los agujeros están por todos lados y, entonces, como consecuencia, está pagando ese tributo en términos de opinión pública. El populismo es una corriente que se basa en un liderazgo personalista, de algún modo mesiánico, más allá de las instituciones; y funciona dentro de una fachada democrática-institucional, que tiene una movilización callejera constante, y que a través de ese movimiento sustituye, de algún modo, la legitimidad representativa de los Parlamentos abusando, normalmente, de los presupuestos del Estado, es decir, del poder que atribuye el Estado. Todos estos populismos han sido hijos de la abundancia, han nacido en los momentos en que había para repartir.
Demasiado claro el uruguayo como para desentenderse. Se entiende todo. El populismo es el canto que todavía embelesa a cierto sector del socialismo. El coqueteo con el populismo liberaloide de los 90, del que participó Héctor Cavallero, primer intendente socialista de Rosario, devino en una partición de, justamente, un partido de cuadros. Después del cruce socialista a la alianza antiperonista de De la Rúa y algunos radicales corruptos, hubo un respingo. Habían metido la pata. Los radicales concluyeron allí su vida útil como conductores de la sociedad. Duró poco la ortodoxia socialista. La confusión volvió. El apoyo a leyes que se entendían como “populares” y justicieras (¿progresistas?) confundió al socialismo del siglo XXI, que las votó junto con el populismo kirchnerista sin beneficio de inventario. Corrección: tal vez no estaban confundidos sino convencidos. En este caso era un populismo con tanta o más demagogia que el de los ‘90. Más agresivo el populismo progresista que el populismo liberal/paternal.
Ese es el nudo a desentrañar. Revisemos. No ha hecho, el socialismo, un descargo de sus apoyos al kirchnerismo. Tal vez los magros números electorales de 2015 en la provincia tengan a este componente como un agravante no estimado. Tal vez no haga (la autocrítica) porque lo suyo no fue acompañamiento sino convencimiento. ¿Es el PSP una variante populista con escasa corrupción estructural? ¿Qué lo atrae del peronismo basal, donde sin dudas está la raíz histórica del populismo?
Este es el momento que el corazón socialista acompaña a Scioli y a los restos del kirchnerismo. El oportunismo radical está al acecho. Apostaron en las dos veredas. El PSP no.
Si gana Macri el radicalismo cobra en dos ventanillas. Una provincial y progresista. Otra porteña y PRO.
Si gana Scioli siguen cobrando en la provincia y el socialismo les franquea el porvenir.
¿Cuál porvenir? En algún lugar se retuerce Guillermo Estévez Boero. Tal vez lo añoren. Ya no está. Explicar. Convencer. Bajar líneas de entendimiento.
La gobernación (y el rumbo) en Miguel Lifschitz. El determinismo histórico lo pone a pactar con radicales desgastados y sonreír a peronistas populistas de izquierda y de derecha. Administrar y cuidar. Dialogar y conservar. Es un ejecutor, no un ideólogo. Deberá aprender rápido, no hay tiempo que perder.
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