Luis Alberto Romero en La Mañana Entera
-Yo soy nacido en el 44. Poco tiempo después se produce el 17 de octubre del 45, que, como todo el mundo sabe, se pudo hacer porque no había peronistas. Los peronistas aparecieron después. La reflexión que le pido es esa: el 17 de octubre de 1945 arranca una historia que, entiendo, no ha terminado- ¿Cuál es su mirada sobre Perón este 17 de octubre de 2015?
Perón era dos cosas a la vez. Por un lado la persona que estaba inventando una fórmula política nueva, incorporando a los trabajadores y abriendo toda una perspectiva para una Argentina que iniciara el período de posguerra, que iba a ser muy bueno para el país. Por otro lado, Perón era un militar que había formado parte del golpe de 1943, que es un golpe de inclinación nacionalista y católica. Y esa inclinación hacia la Iglesia Católica, Perón tomó los modelos para armar su proyecto político. Una inspiración que tiene que ver con la idea de la doctrina social de la Iglesia, la idea del Estado orgánico de Mussolini. De modo que ese 17 de octubre yo creo que se conjugaron una cosa bastante tradicional con una fuerza nueva. Nació con dos espíritus distintos y combinados en la palabra de Perón.
-Admítame una repregunta. Desde el 2015, ¿qué vemos de eso?
Son setenta años en los que sobrevive una cosa que se llama peronismo y que, yo creo, va a vivir mucho tiempo más. Como todas las cosas que viven setenta años, ha cambiado mucho y ha mantenido algunas continuidades. Digamos, setenta años o dos mil años como la Iglesia. Ahora, a lo largo de estos setenta años el peronismo ha estado dirigido por distintas tendencias u orientaciones. Yo últimamente estuve hablando de franquicias para indicar que tras una marca hay dueños.
-Como esos café internacionales que abren en diversas capitales del mundo.
Sí. Y además que al cambiar los dueños van dando otro espíritu a algo que parece lo mismo. Yo creo que hubo sucesivas franquicias. Algunas mejores o tras peores, y una espantosa, que es la actual. De las que hemos conocido, es la peor, pero tiene su marca. Ha perdido muchas cosas, yo diría positivas, del peronismo y ha conservado un montón de cosas negativas, como por ejemplo, esta idea de que el poder se concentra en una persona y que las instituciones no son nada al lado de las decisiones de esa persona si ha sido legitimada por los votos.
-Sobre eso, le comento, aquella frase, precisamente de las elecciones de febrero del 46, aquella frase de Perón con dos imperativos, “rompan las tranqueras, corten los alambrados, pero voten”, entiendo que dejó esa impronta: el voto es la última barrera que mezcla democracia y peronismo de modo absoluto. De ahí viene el lío.
Exactamente. Lo que pasa es que ese lío, yo le diría, que arrancó desde que se estableció la idea del sufragio, porque ha sido siempre el gran problema en cualquier sociedad occidental, cómo combinar la mayoría en los sufragios con un tipo de gobierno que respete las instituciones y respete a las minorías. En el siglo XIX, un famoso francés, Tocqueville, habló de la tiranía de la mitad más uno. Y es un problema que enfrenta cualquier democracia. Y generalmente se soluciona con instituciones que lo equilibren. Por ejemplo, la división de poderes. Ahora, cuando un presidente, sobre la base del voto, se pone por encima de las instituciones, ahí estamos en problemas.
-Usted citó a Tocqueville. Lo que leí de él, que me gustó mucho, es cuando visita a Estados Unidos y advierte que si se vota al juez, si se vota al comisario, etcétera, ese país va a florecer rápidamente. Y no estaba equivocado, ¿no?
Sí, pero además él hablaba de la prensa como un factor muy importante de limitación del poder; y hablaba de todas las asociaciones de la sociedad, que en Estados Unidos son extraordinariamente activas y que forman como una red de contención. O sea que él veía que en Estados Unidos se había logrado un equilibrio entre la democracia y los controles.
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