Mirada desde el sur por Raúl Bigote Acosta
(Publicado en diario El Litoral, 20 de septiembre de 2015)
Todas las mañanas hay una rutina. Algo cambió en este siglo XXI, antes la pava era de aluminio, ahora es de acero y eléctrica. La rutina indica encender el fuego (ahora bajar la perilla) en el instante anterior a la ducha. Quien vive solo sabe de este tema: manejar los tiempos muertos. Durante el proceso por el cual la electricidad calienta una resistencia, que, a su vez, calienta un tirabuzón de acero, que transmite el calor al agua, uno despliega sus artes con los jabones, desodorantes y perfumes. Cuando llega el momento de volcar la primera agua en el mate (amargo, claro) el tiempo de una cuestión, el “casi hervor” se cierra. Los tiempos muertos encierran pensamientos sueltos, esquivos, en muchos casos nocivos. ¿Qué sentido tiene esperar al lado de la pava mientras el proceso acerca el agua a los 82ºC? La cabeza ocupada en algo útil desentumece y elimina sopores y maldiciones. Eso es bueno.
Miguel Lifschitz está manejando sus tiempos muertos. Es un ingeniero, se acabó la línea sucesoria de un médico y otro (Binner y Bonfatti) y vuelve lo imposible: la cuadratura del círculo. El ingeniero no para. Posee uno de esos clásicos motores a explosión que no tienen cambios y una velocidad permanente, los mantiene activos mientras dure el combustible. Eso es. Para muchos analistas fue malo el tiempo muerto desde el 14 de junio al 11 de diciembre. El socialismo se apresta a una frase: “Dije que íbamos a cambiar, que nadie espere que sigan los mismos funcionarios, si hay cambio verdadero muchos se quedarán fuera...”. No articuló esa frase. O sí. Los tiempos muertos del periodismo son otros (y otra, nuestra imaginación). Buscar a Bonfatti para las últimas declaraciones y esperar que Lifschitz deje de viajar y reunirse (solo, sin otra portación que su título: gobernador electo) es la sola tarea que nos ocupa. La ciudad de Santa Fe no sabe el modo de trabajo del próximo gobernador. Se sorprenderá por la atención a la ciudad (de Santa Fe) y a la región. El sistema de compartimentos estancos, de eje de rueda de carreta, así trabaja, pondrá a cada cuestión a funcionar y cada cuestión será tratada por separado. Sólo el eje consagra, totaliza, estructura, complementa y decide.
Ha dicho que la seguridad es uno de sus ejes, ha insistido en que él será el que trabaje el sistema policíaco. No sólo habrá discursos, sino actos. Ha dicho que resolverá el tema del Poder Judicial, a media asta en estos años. Una buena idea, traicionada por leguleyos, traductores y lenguaraces. Todo indica que volverá sobre el “asunto judicial”, desde el sumariante hasta la Corte Suprema. Era hora.
Un buen ingeniero, que se precie de sus años con la matemática, no puede abandonar la obra pública. Fluidos contactos con los despachos nacionales, y la cantidad de obras en ejecución, aseguran años de inauguraciones y licitaciones.
Nadie, ni Lifschitz ni el Papa Francisco, puede gobernar sin entender que se frena el narcotráfico (las narcoganancias, el contrabando, las inversiones en negro, la componenda y la complicidad) o el narcotráfico se lleva puesta a la sociedad. Es un eje maltratado a la fecha, aparenta un eje central para la próxima gobernación.
El próximo gobernador miró el mapa y los votos. Hablará con Córdoba (allá sólo 10% de voto K, en Santa Fe el 30%) y con Scioli.
Gobernar es dialogar y Scioli será el presidente que frenará (o no) créditos y subsidios a esta provincia. Dialogar es gobernar y entender las propias limitaciones y también las fenomenales capacidades. La provincia es una sola para muchas cosas, más allá de que Miguel Lifschitz es verdaderamente rosarino. Más nyc que cualquier otro, incluido Vernet. El ingeniero no trabajó en el Brasil y los Valles Calchaquíes ni fue intendente de Las Parejas. Más santafesinos que radicales y más eficientes que sumisamente leales será su impronta cuando elija colaboradores.
Un deslenguado periodista porteño, que recién ahora lo conoció, me dijo: “Menos mal que está este tipo, no me imagino una conferencia de prensa con el gobernador Midachi... ustedes se salvaron...”.
Para los que insisten con el tiempo de Bonfatti superpuesto con el de Lifschitz conviene pensar que no es tiempo muerto, es preparación para el cambio. Será divertido, pasados los primeros nueve meses, por una razón que excede a la provincia. Los K dejan un país endeudado, con un 2016 de “muuuuchos” recortes. Pocos lo denuncian hoy. Los que llegan el 11/12/15 lo saben y rezan. Y preparan sus carpetas para un año crítico.
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