Google+ Raúl Acosta: El dedo de Casado

miércoles, 12 de agosto de 2015

El dedo de Casado

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 05 de agosto


Para muchos es exageradamente largo el dedo de Carlos Casado de Alisal o "del Alisal". Cambian tanto las biografías que este hombre es, según una versión de wikipedia, un compendio de mala persona.

Nadie, fuera de su época puede ser juzgado, al menos juzgado livianamente, olvidando eso que rodea al texto. Hasta su relación con Sarmiento es considerada nociva. Fundó pueblos, empresas, ferrocarriles. Uf. Reescribir la historia lleva a confundir unas carótidas tapadas con el cruce de Los Andes. Desde 1874 Santa Fe tiene un banco; se debe a la decisión del gobierno (gobernación de Servando Bayo, hoy club de barrio) y su primer director fue don Carlos. El titular del dedo.
El dedo de la estatua, en la puerta de la Casa Central del Banco Provincial de Santa Fe, Casa Central Rosario, sobre calle San Martín y Santa Fe, es largo. Barnes se llamaba el artista. Tal vez exageró. Una última blandura del bronce. Quizás. Los detalles cercanos, como el dedo, complican a las estatuas imaginadas y realizadas para una mirada a distancia. El sexo del dios Neptuno, por mal ejemplo, en el lateral del Monumento a la Bandera, desde cerca no asusta, no inspira confianza, tampoco miedo. Los artistas plásticos tienen sus veleidades. Ni Neptuno ni Casado pueden quejarse de sus representaciones. Aunque con los dioses nunca se sabe.

El dedo, en la mayoría de los días hábiles, sobre el mediodía, en este año, el 15 del siglo XXI, parece señalar cuatro o cinco trozos de hueso crudo. ¿Qué es esto del hueso crudo? Se ve, claramente, la sierra astillando la costilla y la carne, rojiza, sin cocción. Parecen dados de un cubilete necrológico. Cinco, tal vez cuatro huesitos con la carne pegada. Magra.

Somos raros los humanos. No concebimos la piedad para usarla en pro de la vaca, toro, novillo, novillito de invernada, puro por cruza o toritos shorthorn muertos, en todos los casos, al igual que la ternerita de dos años y medio, de un martillazo en la cabeza. De allí provienen esos huesos crudos. Ni una lágrima derramada por la vaca muerta. Ni una. Tan animal como el gato, el perro, el tigre, el rinoceronte, el oso, el oso hormiguero y el flaco rocín de los cartoneros barriales. Hay discriminación aun en la piedad.

El dedo de don Casado, Carlos Julián Niceto, señala esos huesos que, sobre el mediodía aparecen, como aparece un perro flaco que los mira. A veces los mordisquea. A veces. Mas un juego de colmillos que hambre. Son suyos, eso es seguro para él y para los otros perros (marca perro, ni uno fino) que vienen a olisquear al pie de la estatua. Territorio orinado no pertenece al enemigo. Los perros saben de estas cosas.

El perro flaco tiene tanto derecho a ese sitio, bajo la estatua, como todos los vendedores, fuera de la ley, que son dueños de la vereda sobre calle San Martín, cruzando el banco, donde se asienta el vendedor de chipacitos y el de praliné y garrapiñada, el verdulero de pimientos y manzanas y el de los lentes, las camisetas y las medias re- truchas sin ley ni contralor. El dedo salva a todos.

En una ciudad fuera de la ley y el IVA, ¿que son cinco daditos de hueso crudo, pintados de carnacha? Nada. "Rien de rien" diría la Piaff. Allí están, bajo el sol de invierno, los huesos. Piedad para el perro flaco que, seguro, no come carne cruda, pero quién sabe. Los huesos son un símbolo viviente de batallas y equívocos sobre animales que inspiran piedad y que no.

El dedo de don Carlos señala el hecho. Allí están los huesos.

Diversas pueden ser las rutas originales. Desde una solitaria vecina de los viejos departamentos sobre calle Santa Fe, hasta una tierna ayudante de cocina de algún comedor cercano. También un cajero. No hay que eliminar a los bancarios de la ternura. Ni a los banqueros.

Finalmente don Carlos fundaba pueblos y organizaba tesoros. Respaldos. Mañanas. Porvenires.

¿Salvarán los porvenires las esperanzas? Dejar un hueso crudo, de una vaca asesinada a martillazos, para que los mastique un perro flaco, es una botella en el mar de las ilusiones personales. Un mar sin dueño. Piedad discriminada y caprichosa. Al perro vagabundo sí, a la vaca que rumia ni la hora, que se muera. Merecido lo tiene. Así somos. Créame.

Pensándolo de un modo revolucionario, tal y como se entiende la revolución en mi patria, donde los gestos, los símbolos y los relatos valen más que los factos y siempre tenemos mil palabras, este asunto de los huesos donados a la marchanta, para que los saboree un perro de la calle, encaja mas en la alegoría que en la compasión.

El estropicio de donar cinco huesos a la vereda del banco, justo debajo de la estatua, debe tener mas significantes que la tontera de la compasión canina.

Si señor/señora. Es una queja. Tiran esos huesos como un hecho lleno de implicancias. Alguien protesta contra la exageración de falange, falangina y falangeta del dedo de don Carlos. Tal vez peor.

Protesta por la inutilidad de los bancos, aunque esto es más difícil. No hay revoluciones tempranas, decía Zitarrosa; tampoco sin un banco propio, convendría agregar.

Esto es Argentina. Busquemos inocentes y culpables. Elijo a los chicos de las Bellas Artes, poetas, músicos, cantantes. Los artistas podrían estar atentos a la exageración de un dedo que, se insiste, es medio largo. Un día de estos les pregunto. Ellos le llaman "intervención" a estas cosas.

Todo puede ser. Vivimos en una ciudad donde al mas importante museo una vez lo pintaron de negro para que se vea de día.

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