Google+ Raúl Acosta: La razón de mi vida

miércoles, 27 de mayo de 2015

La razón de mi vida

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día miércoles 27 de mayo


El libro con ese titulo tiene tapas duras. La foto de María Eva Duarte de Perón es toda la tapa. Con el collar de rubíes. Impreso por editorial Peuser, Patricios 567, Buenos Aires, es de 320 páginas. Tamaño pocket.

Se repetía, regalaba, se distribuía y era obligatorio su uso. Se leía en las escuelas. Conservar un ejemplar de "La razón de mi vida", escrito por Evita, es certificar procedencia.

Como parte de una historia personal el asunto es lo que se supone, nostalgia de infancia. Como hecho político no tiene muchas vueltas. El culto a la personalidad es eso. Hacer culto de una persona. Transportarla a un rango de deidad, pequeño dios pagano que incide sobre una sociedad porque sus seguidores así lo determinan.
Las sociedades que cultivan a las personas como dioses terminan rezando en esos altares por libertades y dádivas del mismo modo. Como graciosa devolución de un dios, que es bueno siempre que satisfaga los pedidos.

Nada más lejano a la democracia que el culto a la personalidad. Nada.

En aquellos años Evita llegó al poder, que ejerció sabiendo de qué se trataba, por heredar los actos políticos de su pareja: el coronel, luego general, Perón.

Ya en el poder su posibilidad electoral, del voto popular (se insiste: el voto como llave formal es el último bastión y/o simulacro de democracia liberal que sostiene el peronismo) era altísima. Pudo ser la primera mujer presidente. Pudo. No quiso el contexto. Y el dueño del poder real/formal. Tampoco su salud.

Ya desde su origen el peronismo entendió que refirmar, extender el culto a la personalidad, es indispensable para sostenerse en un régimen. Para extenderse en el tiempo simulando eternidad. El peronismo piensa en el poder como su herramienta de perpetuación, mientras anuncia la transformación de la sociedad. En el comienzo fue así, después perpetuación y anuncios, tan sólo eso.

Si el culto a la personalidad ensaya a los hombres para ser dioses, el atributo del dios es su eternidad. Trasciende a quien lo adora. Estaba de antes. Continuará.

En la construcción de un dios es necesario el altar. El mejor altar popular del peronismo fueron las tejas rojas y las paredes amarillas de casas, escuelas, hospitales. El peronismo construyó su altar entregando al pueblo la resolución de necesidades hasta entonces no satisfechas. No satisfechas. Ojo. No hubo ballenas azules en el peronismo.

Hoy el Hospital Evita (el de Granadero Baigorria) demuestra la perennidad del mecanismo. En Recreo, donde ahora ensayan otras artes, el hogar de ancianos muestra la misma formación. El país se puede recorrer siguiendo los altares al régimen. Cañada de Gómez fue Ciudad Evita y hubo provincias, rutas, territorios, caminos, avenidas, plazas y minutos. Si. Minutos. A las 20.25 de cada noche un gong interrumpía las transmisiones radiales y un locutor, con voz grave y persuasiva, indicaba: "20 y 25 , hora en que doña María Eva Duarte de Perón paso a la inmortalidad". No se puede pedir mejor ejemplo.

Que se entienda. Ya no es ni bueno ni malo aquel país. Es historia.

Nos pasó. Lo que no se puede es sostener que esa es la formulación de la democracia representativa, republicana y federal. No se puede. No lo es. Es otra cosa. Ni siquiera se juzga.

Tan lejos Mariano Moreno y sin embargo tan cerca: "Ningún argentino, ni ebrio ni dormido...".

"El culto a la personalidad (como concepto influido por Nikita Krushchev en su discurso del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en el año 1956) es una elevación en dimensiones religiosas o la admiración a nivel de religión de figuras, de líderes carismáticos en la sociedad o la política. En las dictaduras es a menudo una forma de culto a la persona del dictador" (Wikipedia).

Durante años, al leer los libracos de historia y los de análisis político, aparecieron Stalin, Mao, Hitler, Fidel, Mussolini. Tantos cultos a la personalidad como personajes soñaron la deidad y mantener a sus pueblos en la situación de adherentes, promeseros, cultivadores del rezo popular para que el diosito los proteja, mantenga, defienda, premie. Que castigue a los traidores que no aceptan el culto.

Se repite. Ni bien ni mal. Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

Lo que resulta difícil es mantener el silencio si se vuelve a vivir con la estafa. Alguien como Dios. El que sea. Hoy se pretende, otra vez, convivir con la mentira. Demasiado tarde, al menos para mí.

Ya no sólo es negar el peculado, el mal uso de la función pública, el enriquecimiento ilícito. Es poner como dios de la democracia a un sujeto, el que sea, que no alcanzó otra estatura que la ofertada por las circunstancias. Las mismas que vuelven a sus parientes de sangre herederos universales de todo. Del poder, la chequera y el relato que vuelve a quien, se repite, estuvo en el lugar exacto a la hora exacta, como un sacrificado hijo del Gran Dios que bajó a salvarnos. Je. Al menos en el cristianismo eligieron clavarlo en la cruz, es más espectacular que la falla de las carótidas por exceso de tabaco y whisky.

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