Osvaldo Iazzetta en La Vereda de Enfrente
-Hay un libro, colectivo, se llama “Socialismo y democracia”, y hay un capítulo suyo. ¿De qué trata?
Para ser justos, el libro ha sido coordinado por Alfredo Lazzeretti y por Fernando Suárez, que es otro colega de Historia. Ambos han hecho un gran esfuerzo, han reunido en 630 páginas, más de 20 escritos. Y en muchos casos son intelectuales y académicos muy prestigiosos. Así que es un gran mérito ver reunido en un mismo volumen gesta gente.
Mi texto es sobre las formas de lo público, digamos. Tratando de conectar lo público y la democracia. La idea es que hay una raíz de lo público que remite a lo social y tiene que ver con todas las formas de asociación, de deliberación autónoma que se da una sociedad, y que es una energía cívica enorme que siempre ayuda a una democracia. Pero hay otra fuente de lo público, que tiene que ver con el Estado; el Estado garantizando derechos y creando condiciones para una vida en común, es también otra expresión de lo público muy importante. Hay momentos en que se plantea esta relación entre lo público social y lo público estatal como si fueran elementos incompatibles o contradictorios, pero en realidad una democracia necesita de ambas energías. El aporte que hace la sociedad organizándose, deliberando, tomando iniciativa de carácter autónomo, pero también es importante la intervención y la presencia del Estado garantizando capacidades colectivas que a veces los individuos, autónomamente, no pueden generar.
-Sobre esto, hay un punto sobre el que me gustaría tener una opinión suya, que es este: la resolución del Socialismo, en general, es un Estado tutelando cuestiones, no avasallando pero tutelando las cuestiones básicas para el cuidado del hombre, en nuestra sociedad esto, que podríamos llamarlo progresismo –por llamarlo de un modo popular o periodístico, no académico-, tiene peligro de que de repente se convierte en un autoritarismo, en un populismo, en vez de un tutelaje un condicionante del Estado. ¿Hay un freno para eso? ¿O estoy muy equivocado con lo que planteo?
Yo he estudiado un poco la relación entre Estado y democracia. Es una relación que no siempre ha sido amistosa. Y además tienen orígenes muy diferentes. El Estado, y hay que tenerlo claro a esto, es por definición, una institución monopólica. O sea, la condición del Estado de reunir mecanismos monopólicos: el monopolio fiscal, el de la violencia física, son monopolios sin los cuales el estado no podrían garantizar ciertos bienes públicos, como el orden.
-Usted me está refiriendo a Rousseau.
No, pero en realidad es parte de la teoría clásica. De Hobbes, concebía el estado como un productor de certidumbre que se apropia de recursos que extrae de la civilidad.
-Si no, no podría resolverlo, ¿no?
Sino hay un dilema, como diría los teóricos, un dilema de acción colectiva. Si hay dos particulares que no cooperan mutuamente, eso genera una imposibilidad para establecer un orden que les permita convivir. La aparición del Estado como una institución monopólica resuelve ese dilema. Pero genera otros, porque para que eso funcione, para que las particularidades puedan confiar en ese Estado, ese Estado debe respaldar y actuar en beneficio de los particulares. Es decir, la condición para que eso funcione bien, es que el Estado sea confiable para estas personas. Y ese es lo que le viene a agregar la democracia. La democracia, y el maridaje entre Estado y democracia, es un maridaje relativamente reciente. La democracia viene a ponerle límites y a controlar ese Estado que, por definición, tiene la tentación a concentrar cada vez más poder. Entonces, la democracia, lo que aporta, son mecanismos para fijar límites, para establecer controles, y evitar que esa construcción que es el Estado no se vuelva contra el propio hombre al que, por definición, debería proteger.
-Lo apuro con una. Esto me permite pensar que vivimos en una teoría del conflicto y del equilibrio inestable, o no final, y que manejar ese desequilibrio o ese conflicto es la base para seguir laburando, para seguir viviendo.
Pero además, Bigote, una cosa importante: no hay democracia sin un Estado que garantice derechos. Un Estado con recursos, porque un Estado pobre, que no percibe impuestos, no puede garantizar derechos.
-La comuna no es un Estado entonces, no hay una democracia.
Exacto. Sí. En definitiva, no hay democracia sin impuestos, creo que decía Juan B. Justo. Y toda la teoría moderna sabe que el Estado descansa en la recaudación impositiva. Entonces hay un costado del Estado que es importante para la democracia, pero el tema es que el Estado es tan necesario como temible para la democracia, si ese Estado no está sometido a controles.
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