Ceferino Reato en La Mañana Entera
-Sobre el 11 de junio vas a estar en Rosario presentando el libro.
Sí. Espero estar ahí, con los amigos de la Fundación Libertad. Creo que vas a estar ahí vos también.
-Hasta ahora, voy a estar presentándolo. Ahora, me pasó lo siguiente: se los he recomendado a varios colegas, a políticos, porque creo que “Doce noches”, es una crónica indispensable para entender qué nos pasa hoy, parados sobre el 2015. Creo que no se puede seguir hablando sobre lo que somos sin tener como documento este libro. No sé si quisiste hacer una novela, si quisiste hacer un documento, lo que sí sé es que has elaborado un acta imposible de soslayar, para entender lo que nos pasa.
Yo creo que habíamos hablado de esto en Mar del Plata. El tema de la importancia del 2001 para entender el presente y poder vislumbrar lo que puede pasar acá. Y cómo este país, que salta de una crisis a otra, nunca se toma en serio el trabajo de analizar lo que pasa en esas crisis. Claro, desde un punto de vista periodístico, muchas anécdotas, diálogos, para que sea ameno, entretenido, y la pregunta están por debajo de toda esa crónica. En el sentido de que cómo puede ser que caigamos en crisis periódicas.
¿Por qué?, ¿a qué se debe esta voluntad o esta falta de voluntad para solucionar los problemas hasta que se convierten en una crisis, y es la propia crisis la que, en su dinámica, determina la solución? Entonces, claro, los más débiles, los sectores populares, pierden.
-¿De qué modo los nombres que están en tu libro, están todavía bailando la polka en la República Argentina? Por ahí leía a la señora Débora Giorgi dando vueltas por ahí. ¿Es la misma? Salvo aquellos que por una razón biológica no están, como Antonio Cafiero o el doctor Raúl Alfonsín, el resto, ¿qué hacemos? ¿Reciclamos?
Yo no sé. En este país, en Argentina, que es un país que todos queremos tanto, yo creo que la política no llama a los mejores hombres de la sociedad. Entonces, ser político es complicado, porque vos sabés que te vas a meter en problemas si sos honesto y tocás determinados intereses. Hay toda una maraña de denuncias que te obligan a tener un montón de abogados. Fíjate que hay funcionarios ahora, en el gobierno nacional, que junto con el sueldo perciben asesoramiento gratuito, en una especie de seguro jurídico, de estudios jurídicos amigos que los acompañan después de terminadas sus funciones. Es una especie de demanda informal. En el caso que uno sea exitoso en la sociedad civil, le vaya bien, sea un buen profesional o un buen empleado, o un empresario, meterse en política, ¿para qué? Hay una trama de intereses tan fuertes, lo vemos en el tema del escándalo por la corrupción en la FIFA, que tiene coletazos en la región y en Argentina. Hay tramas tan fuertes que la política me parece que no llama a los mejores hombres. Pr eso explica el reciclado permanente digamos. ¿Quién se va a dedicar, quién va a dejar su vida por la política? Me parece entonces que los que estaban en el 2001 están ahora también, algunos más grandes y han perdido sus internas y por eso no están, pero la política no llama a los mejores. Me parece.
-Hay dos o tres cuestiones que tu libro plantea, que serían: aparece un esqueleto de cierta economía de privatización, del pase del menemismo al 2001 y al kirchnerismo, como por ejemplo, la privatización del banco de la provincia de los Kirchner; y de qué modo eso está entroncado con otras privatizaciones que enojan a los kirchneristas en la provincia de Santa Fe y olvidan que esos mismos son los propietarios del Banco de la provincia de los Kirchner. Quisiera una mirada tuya sobre vos mismos por esto: ¿no será que te ayudó a tener una mirada sustancialmente diferente el hecho de mirarlo desde otro país en ese momento?, ¿de sentir que te crujían los huesos como argentino pero no estabas acá?
Seguramente que sí. Cuando uno está afuera, yo estaba trabajando en Brasil, pierde obviamente el color, el sabor de las cosas y no está en la cocina. Y eso te crea una distancia con los hechos. Pero también te da, al mismo tiempo, una perspectiva distinta. Entonces yo abordé el caso, esto de la crisis, sin saber un montón de detalles. Y eso me sorprendió constantemente, y me hizo ser muy curiosos. Yo no entendía desde San Pablo cómo podía ser el corralito. Me acuerdo que le decía a mi mujer, que estaba acá: “cómo no vas a poder sacar el dinero que es tuyo, no andará el cajero”. Y eso no lo pude entender mucho hasta que leía los diarios de la época. Y ahí, claro, entiendo esa satisfacción que te da tener dinero en el bolsillo, saber contar con esos papeles, no importa que esos papeles valgan tan poco. Pero lo que debe haber sido no tener moneditas para tomar el colectivo. Por lo menos acá le sucedió a un montón de gente, a mi familia, por ejemplo. Entonces hoy, eso del consumo, es tan importante sentir que uno tiene el dinero en el bolsillo, a partir de esa medida que, yo creo, selló la caída de De La Rúa, por lo menos en su relación con los sectores medios, que siempre lo habían votado.
-No sé si fue tu intención con "Doce noches”, pero creo que una de las cuestiones que parece después de leerlo al libro, es que uno entiende “Cristina”.
Ah, sí, claro. Y a Néstor, ¿no?
-Recién acabás de decir de nuevo algo que es vital para el discurso de los relatores y de la relatora fundamental, que es la que está en funciones: que refiere y remite todo a cómo estaban antes del 25 de mayo de 2003. En realidad, cómo estaban antes de Duhalde, que es las doce noches a las que menciona el libro. Y esto que vos decís, es el eje del discurso de la compañera Cristina, que dice “no me jodan en el 2015, acuérdense cómo estaban en el 2001”
Esa es una operación de discurso que le sale bien, porque no tenemos muy en claro cómo estaba el país en el 2003, hoy creemos que estaba cómo en el 2001. Había cambio, pero a la distancia, ella aprovecha esa situación y evita, inteligentemente, que nos preguntemos cómo estaba el país en el 2007, que es cuando debería ser evaluado su gobierno, porque evidentemente el país, en el 2007, estaba con mejores indicadores económicos y sociales de los que está ahora. Y mucho peor, digamos, está el 2015 si lo comparamos con el 2011 también. Entonces, ella hace esa operación, muy importante. La oposición no tiene un relato alternativo, en parte porque no controla los cuantiosos recursos del aparato estatal, y en otra parte porque, me parece, algunos no han comprendido bien la naturaleza del kirchnerismo, que está basada en un consenso que ahora está resquebrajados por el tema de la inflación y porque el país está parado, pero que sigue siendo muy fuerte en esa situación, de que hay que prestar atención al tema, de la importancia del consumo, del dinero físico en el bolsillo. Uno dice: “si en el 2001 lo que costaba un celular”, y hace la comparación con los autos ahora, eso es cierto, pero la sensación de cada uno, me parece, que tiene que ver con eso de no salir del consumo, aunque sea un consumo en doce cuotas, limitado, pero esa situación debe estar fuera del mundo. Y el tema de lo que es el empleo. ¿Te acordás? Para el peronismo el empleo era justicia social, un buen sueldo, muchos derechos, todos los derechos, posibilidad de comprar la casa, en fin. Ahora, el empleo no es eso, es más bien un ingreso mensual garantizado por el Estado. Entonces entra el tema del subsidio social de manera nítida. Tanto entra así que se considera como empleo a los efectos de las mediciones del INDEC. Entonces hay que tener mucho cuidado con el tema de los subsidios sociales, diferenciar mucho eso de lo que son los subsidios económicos. Otra habilidad del cristinismo es equiparar las críticas a los subsidios económicos como si fueran críticas a los subsidios sociales.
-Me dispara una idea que es la siguiente: así como hubo una suerte de quiebre muy grande de todo lo que es el concepto de democracia, de representación, de deberes de quien administra la cosa pública, aparecieron en Rosario los cartones del club del trueque. Y en esos clubes de trueque había una economía absolutamente artesanal, manual, de confianza inclusive, que estaba superando la desconfianza que la sociedad brindaba, porque sus instituciones habían fracasado y habían traicionado. Y creo que eso es uno de los últimos bastiones a los que refiere el cristinismo. La confianza en que alguien fuerte, haciendo chas-chas en la cola, ordene cuestiones.
Sí, yo creo que es fundamental. Yo creo que las crisis empobrecen a la gente material y simbólicamente. La cultura política se hace mucho menor. Y eso explica muchas cosas. Por ejemplo, Mauricio Macri, el asesor dice que no importa que Macri detalle su programa sino que muestre voluntad de líder. Voluntad de líder quiere decir que le inspire a los electores la confianza de que él va a solucionar las cosas. Y no hay necesidad de explicar. Y yo creo que lamentablemente tiene razón, en el sentido de que lo que se vota es un liderazgo últimamente. No importa dónde te lleve, lo importante es que te lleve a algún lugar. Que no pase como con De La Rúa y su irresolución y falta de coraje para tomar alguna solución. Y eso, me parece, es una cultura política mucho más débil, más deteriorada. Porque uno debería favorecer todo lo que sea el discurso, el debate, la explicitación de las propuestas. Así, el tema del empleo se ha debilitado tanto, y ya no es la justicia social, sino esa –entre comillas- “inclusión social”, lo que mueve el imaginario del peronismo. En el caso de nuestra democracia, estamos en el colmo de la democracia delegativa. Estamos eligiendo personas y nadie le demanda qué es lo que van a hacer. Y cuando a alguien se le escapa algo sobre el tema del cepo al dólar, corremos a estrangularlo sin la viveza de provocar y aprovechar ese debate. Porque el cepo está mal, es una anomalía, hay que sacarlo. Pero como no se favorece ese debate, vamos a llegar al 11 de diciembre sin saber qué va a hacer el nuevo presidente para sacar el cepo. Probablemente después nos llevemos una sorpresa desagradable.
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