Graciela Fernández Meijide en La Vereda de Enfrente
-Tengo un encomillado: “Quieren convertir el terror en una fiesta”. Es sobre el Museo de la ESMA. Me interesa este concepto suyo.
Esa visión que ha tenido el kirchnerismo de lo que significa un lugar de recuerdo de lo que fueron el resultado de las confrontaciones de los 70, y de lo que fue el terrorismo de Estado, etcétera. Primero, lo parcializaron todo. Fueron dando a cada organismo, a cada grupo, un pedazo. Lo cual conspira contra la visión de lo que tiene que ser un museo. Un museo tiene que tener una dirección, tiene que tener idea del mensaje que se va a dar, y preservar al máximo las cosas como estaban, porque para eso se erige un museo, sino se hace en otro lado. Y segundo, hemos visto que fue escenario de fiesta, de celebraciones, de asados y demás. Lo cual es bastante siniestro, yo diría, porque a nadie se le ocurriría en otro país, en un lugar donde predominó el sufrimiento, la muerte, y por eso se caracterizó, por eso se lo tomó, que se iban a hacer fiestas ahí.
Y siguen con esa tónica. Las modificaciones tienen cuestiones de reforma del edificio. No sé hasta qué punto, porque hace rato que no voy. Pero la verdad es que en general lo que uno aspira, me parece a mí, para un museo, para recordar la historia y no repetirla, o repetirla en los mejores sentidos para otros museos, pero ese museo es para que no se vuelva a repetir, es que debe quedar lo más similar a lo que era. Y en todo caso, sí, tiene que haber desde ahí el mensaje que uno quiera poner. Y yo creo, esto ya es tema de discusión, que el mensaje que yo hubiera puesto es decir: “acá hubo enfrentamientos, acá hubo gente que decidió matar y tomar vidas, acá hubo una abuso del poder después del golpe, y por eso esto se constituyó en un lugar de detención, que no era su origen”. Y bueno, marcar todas estas cosas, contar esta historia.
-Usted sabe que yo le estoy hablando desde Rosario. En calle Córdoba y Moreno estaba la sede del comando del Ejército. Y después que se fueron los milicos ahí pusieron un Rock & Feller, un súper bar. Yo tengo varios amigos que han tenido problemas muy serios, muy graves, de familia y ellos mismos sobrevivientes. Yo nunca entré a ese lugar mientras estuvo allí eso. Un poco en solidaridad con los amigos, y otro poco porque me daba cosita. En los sótanos del Comando del II Cuerpo del Ejército todavía debe haber en las paredes algún aullido. Y me parecía muy loco haber puesto un súper bar de neón. No me gustó. Le cuento esto porque…
Puede ser. Yo le digo, está bien, decidieron que no iba a ser un museo, aun cuando, a lo mejor, pudio haber sido un lugar de recuerdo, ¿no? Pero decidieron que no, quien sea. Ahora, si uno decide que va a ser, después no puede hacer festejos ahí. Porque la cosa es un bar….
-Después lo sacaron, Graciela. Y ahora es Museo de la Memoria.
Ah, bueno.
-Por una pelea, lo abrazamos, hubo gente que estuvo años luchando por eso, hubo hasta una expropiación de los que lo habían comprado de buena fe. Y ahora es un museo.
Está bien. Eso es correcto. Y me parece que la conducta… A mí lo que me irrita, primero, es que se haga un acto de campaña política. Segundo, es que antes y después se ha tomado con esta visión de la muerte, no la vida. La vida sí, pero antes pasó la muerte.
-Sí. Aparte relatar la muerte de otro modo, Graciela.
La fiesta se hace en otro lugar. Si lugares para fiestas hay muchos, porque esa cuestión de tomar los 70 como algo que estuvo bien y si no estuvo mejor es porque algo salió mal. Y no es así. Los 70 ojalá no nos hubiera pasado lo que nos pasó, ojalá no hubiera habido las confrontaciones que hubo. Más bien digamos eso: ojalá no hubiera habido esa visión de amigo y enemigo. No “y enemigo”, versus enemigo.
-Pelea frontal. Sobre esto me interesa una opinión suya sobre algo que es muy actual pero, sin embargo, también es general, universal y va a ser permanente hasta que se resuelva de otro modo. Me refiero a la inauguración de algo, de un lugar Kirchner hoy. ¿Qué es eso?
Qué se yo. Repetimos la historia. Calles Kirchner. A menos que se vayan y los que vengan sean más sensatos, se siguen habiendo homenajes a gente como si fueran, no sé, como si fuera qué no sé. La verdad no lo sé.
-Le digo esto porque, vamos a absolver posiciones, yo soy peronista y lo vengo siendo desde chiquitito, y ya tengo algunos años, pero lo que me digo es esto: un culto a la personalidad. Tan estalinistas.
Pero esto ocurrió antes también.
-Bueno, le estoy diciendo con la mano puesta en el libro La razón de mi vida. Claro que existió.
Pero tiene un sentido que es un sentido por sus orígenes el peronismo. No se olvide que vino de un militar. Y un militar que admiraba a Mussolini. No sé si creía que iba a terminar como terminó el fascismo en Italia, pero admiraban, como muchos militares que entonces pensaban en el Estado nación, que no existía, la situación de unir a las masas para superar las situaciones. Y después terminó en un fascismo agresivo y perseguidor. Ahora, el culto a la posibilidad también la tenía Mussolini. Cuando uno va a Roma, y ve ese monumento que le llaman la máquina de escribir, vieja máquina de escribir, era un culto a su persona.
-Lo mismo que tuvo Fidel. Lo mismo que tuvo Mussolini. Lo mismo que tuvo Hitler. Todos los movimientos de esas características terminan desbarrancados allí.
Terminan considerando que el país no existe si no están ellos. Y bueno, los reyes ni qué hablar. Y los faraones ni qué hablar.
-¿Por qué no aplicarle esto a Néstor y ese edificio que han cambiado ahora? Y estoy indignado, y quiero aplicarle lo mismo.
Y yo también. Es lo mismo. Es repetir una vieja, muy vieja, historia del culto a la personalidad, como usted bien dice, y de no visión de lo que es futuro. Es siempre mirar para atrás, para atrás. Es una cosa muy desgraciada que tenemos. Que parece que nuestro parabrisas en realidad es nuestro espejo retrovisor.
-La pucha. Yo le digo, soy nacido en el 44, ya en el 55 no sólo que entendí todo sino que tuve un viejo que se tuvo que esconder y lo demás. Pero soy un peronista crítico, muchas de esas cosas fueron malas. Y reproducirlas 50 años después qué sentido tiene.
Ahora, también, si me permite, usted nombró una fecha clave. Yo no era peronista. En su momento mi familia no era peronista. Y en el 55, cuando se dio el golpe, que terminó tumbando a Perón, creo que hubo otro movimiento bisagra desgraciado de nuestra historia. 18 años, un sector de la sociedad con poder, una combinación de Iglesia, parte del Ejército, de las Fuerzas Armadas, empresarios, etcétera, dedicados a eliminar la identidad peronista. Lo que se consiguió fue lo contrario.
-Arraigarla.
Fue arraigarla, porque es natural, ahí apareció la resistencia peronista del lado sindical, las Fuerzas Armadas peronistas, y después, cuando hay dos gobiernos, el de Frondizi e Illia, en los que hay un asomo de querer legalizar el peronismo, se impide, por ejemplo en el gobierno de Illia, que Perón llegue a la Argentina. ¿Qué hubiera ocurrido? Si Perón hubiese venido se hubiera hecho cargo de un partido, hasta hubiera ganado, hubiera tenido el desgaste que supone gobernar –acá y en cualquier país-, y hubiera sido un partido más. Montoneros no hubiera existido. No tenía razón de ser. Tal vez sí el ERP, que tenía más influencia de la revolución cubana. Pero Montoneros, que estaba más ligado a las reformas del Concilio Vaticano II, la teología de la liberación, que venían de un nacionalismo católico, es posible que no hubiera existido.
-Es verdad. Bueno, somos producto de toda esa serie de yerros y mi aflicción, mi calentura, es que hoy inauguran eso y es, no sólo un espejo retrovisor, sino que nos obligan a un espejo retrovisor y me siento frustrado en lo que queda de vida.
Bueno, está bien. Lo que no se puede es aflojar.
-No.
No tenemos derecho. No importa la edad que tengamos. Pero por los demás, por nuestros hijos, nuestros nietos, por el área de acción desde la cual uno puede influir, pero las cosas no tienen que ser necesariamente así ni continuar necesariamente así.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario