Sergio Sinay en La Vereda de Enfrente
-Con motivo de la presentación de un nuevo libro, que se llama “Noruega te mata”, el escritor Sergio Sinay es entrevistado para una nota en diario La Nación. Y el título de la nota, que está encomillado por lo tanto es de Sergio Sinay, dice: “Nisman, Lola, Ángeles: en el diario leemos novelas negra todos los días”. Y supongo que esto, que es una frase fenomenal, es también una suerte de análisis sobre nuestra realidad. Estamos incurso en el delito de meternos en este tema sin tener otra noción que la rudimentaria, como en mi caso, lector de novelitas policiales. Sergio Sinay es un escritor de importancia, un argentino conocido. Debo decirle que me enamoré de su título.
Qué bueno.
-Digo esto porque encuentro allí mucha verdad. Los argentinos nos metemos en todos estos líos como si fuese una novelita, peor por allí lo terrible es que no se trata de una novelita sino de cómplices nuestros en el día a día.
Sí. Yo creo que más que leer todos los días en el diario podríamos darle otra vuelta de tuerca al título ese; más que leer todos los días en el diario una novela negra, vivimos cotidianamente adentro de una novela negra. Casi como personajes involuntarios muchas veces. Porque, bueno, la novela negra ha hecho eso, digamos, ha dado un salto de lo que era la primigenia novela policial, donde se trataba resolver partido de ajedrez, cómo se había producido un crimen adentro de un cuarto cerrado, adentro de un elegante casa que, no habiendo ningún motivo para que la víctima sea víctima, pegó un salto a partir, justamente, de una situación social crítica como fue el crack del 29, en el siglo pasado, siglo XX. Es ahí donde nace como género la novela negra. Cuando los escritores policiales norteamericanos sacan, como decía uno de los padres de este género, que era Raymond Chandler, sacan los jarrones chinos de los elegantes salones en donde estaban y los tiran en medio de la calle y en el barro. Es decir, cuando ponen el enigma en la vida real y ligan el crimen con el contexto social en que el crimen se produce. Por eso yo creo también que el género de la novela negra, del cual soy lector desde chico, lector y cultor desde chico, es un género en nuestros días, en la sociedad en general y en la Argentina en particular, me parece que el más realista de todos los géneros, porque una de las cuestiones claves de la literatura para ser leída es que cuando uno lee pueden identificarse, que el libro lo agarre de la solapas y lo meta adentro, digamos, que no lo deje a uno quedarse afuera. Y a mí me parece que la novela negra como género propone eso, traer al lector hacia un mundo que quiera que no va a reconocer, hacia personajes que quiera que no va a reconocer y decirle “estoy hablando del mundo en el que vivís”.
-Sobre esto me queda un vicio poco menos que imposible de mover. Leo cualquiera de estas notas, sobre los crímenes, y se me ocurre siempre a quién benefician, ¿no? Que era una de las cosas que los investigadores buscaban en a novelita.
A quién beneficia el crimen. Claro. Lo que pasa es que acá se multiplican los beneficiarios. Lo cual hace más difícil la resolución.
-Usted, como argentino típico, con esto tenemos otra historia, que es el folletín. Porque vienen seriada la novela acá. Cada día un capitulo que nos acomoda de modo distinto.
Sí, viene seriada. Yo creo que la mejor manera de leerla es no seguir como un perro que sigue el olor del asado, digamos, no seguir exactamente lo que nos proponen cada día, sino mantener cierta independencia en la lectura y en el análisis de lo que pasa. Porque si no podemos correr el riesgo de desorientarnos, que eso ya andamos, sino de enloquecernos también. Entonces a mí me parece que uno también tiene derecho a desarrollar su hipótesis. No como cuestión de fe, sino como cuestión de inteligencia, uniendo, sumando uno más uno. Y permitirse dudar incluso de las palabras de los que aparentemente son más doctos en el tema, y seguir mirando una cierta perspectiva que le permita tener opinión propia sobre esto.
-En ese sentido debo confesarle que yo me siento más cerca de Philip Marlowe, y que mi corazón es escéptico. Siempre vamos a ser engañados.
A mí me parece que una buena dosis de escepticismo nos mantiene despiertos, atentos. Y sobre todo nos permite ejercitar el pensamiento, que es algo que definen a los seres humanos. Tenemos un cerebro capacitado para pensar, dudar, evaluar, comparar, sumar, restar. A mí me parece que las dudas muchas veces enseñan certezas, ¿no? Porque nos incitan a seguir buscando, a seguir dudando. Eso creo que es bueno. Lo que a mí me trae del enero de la novela negra es que nos lleva hacia las zonas oscuras, zonas que todavía no están resultas y nos obliga a meternos ahí.
Esta novela que publiqué ahora, “Noruega te mata”, es la historia de cuatro personajes, cuatro perdedores diríamos, típicos y reconocibles de nuestra sociedad, a los cuales los vientos de la vida o del destino los amontona, por diferentes circunstancias, sin que ellos se conocieran previamente, pero los va llevando a un pueblito perdido en la mitad de La Pampa, 650 kilómetros de Buenos Aires, hacia el sur, y allí, a medida que se conocen y se interrelacionan, lucubran un plan que aparentemente, según ellos, los va a sacar de perdedores para siempre y les va a permitir cumplir con sus sueños postergados. Esto, en cierto modo, es una historia bastante argentina también, como mecanismo. Y por supuesto, es un plan que lleva en sí la semilla de la tragedia desde el vamos, y quizás los únicos que no la ven a esa semilla son ellos, los protagonistas. Y la tragedia tiene esto, digamos, desde los griegos en adelante, la tragedia tiene este mecanismo, que es que una vez que se pone en marcha…
-Sí, la mecánica no se para más.
Y el final se lleva a los protagonistas sin ninguna piedad.
-¿En qué editorial está? ¿Está en Rosario ya?
El libro fue distribuido la semana pasada aquí en Buenos Aires. Supongo que en Rosario está, porque Rosario como plaza fuerte y lectora suele estar casi a la par de Buenos Aires. Es la editorial del Nuevo extremo, en una colección de novela negra.
-¿Se anima a hacer un mínimo análisis sobre el caso del fiscal?
Sí.
-A mí lo que me parece es que usted, que es un escritor, y yo, que más chiquito pero milito en el mismo sitio, no tenemos una referencia judicial ni somos legos en eso, y podemos opinar desde fuera. Y no querría de usted otra cosa que una opinión desde afuera. Por allí me asustan los jueces que hablan del tema, porque ellos sí conocen y lo que dicen puede tener influencia. Peor nosotros somos miradores, relatores desde fuera.
Mire, hay algo, en una corriente muy novedosa de la psicología, que se llama psicología del comportamiento, sesgos cognitivos. Sesgos cognitivos son como atajos del pensamiento. Un atajo de ese pensamiento es adjudicar, a partir de ciertas características externas, sería como el sesgo del conocimiento, adjudicarle conocimiento a una persona por la función que ocupa o por los estudios que ha realizado. Esto por ahí nos puede pasar con los jueces, fiscales o especialistas jurídicos que opinan sobre esto. Y muchas veces es ese sesgo sólo una apariencia. Nosotros estamos en realidad creyéndole por lo exterior de ellos, no por el interior. Y probablemente saben tan poco como nosotros, o saben tanto como nosotros. Porque nosotros, al trasmitirle al otro el conocimiento nos declaramos ignorantes. Y yo creo que tan ignorantes nos somos, en la medida en que podemos, como le decía antes, pensar. A mí me parece que es obvio, me parece muy raro como escritor yo de novela negra, jamás se me ocurriría un argumento en el cual quien va a hacer una denuncia detonante, con nombres y apellidos muy claros como objetivo de su denuncia, llega hasta el momento mismo de la denuncia y un pasito antes se suicida. Me parece muy raro. Esto, como argumento de una novela, es muy malo.
-Seria increíble.
Absolutamente increíble. Sobre todo, porque ahora, si nos quieren hacer creer que los que iban a ser denunciados son los damnificados por su muerte, porque pasan a ser los sospechosos, bueno, tenemos derechos a creer que efectivamente son los sospechosos. Porque, de hecho, el muerto ahora no puede hablar. Y en la medida que el muerto no pueda hablar, quienes iban a ser denunciados por él, no dejan de estar beneficiados por esa muerte, al menos en la apariencia.
-Estaba tomando un café con un amigo que vive en España y que tiene su celular The Guardian, el diario inglés. Estábamos tomando un café a las tres de la tarde. Pin, le sonó la alarmita y en inglés le decía: la jueza, viuda de Nisman, dijo que era un crimen. ¿Cuál es la pregunta? La pregunta es esta: ¿estamos siendo objeto de información periodística en muchos lugares del mundo por una novelita policial inconclusa?
Sí. Yo creo que fuera de este caso en particular, también recibimos todo el tiempo normalmente demasiada información. Más de la que podemos procesar. Más de la que podemos digerir. Por lo tanto tenemos que aprender a hacer, yo creo, lectores autónomos. No quiere usar la palabra independiente, porque está sospechada, pero…
-Absolutamente sospechada.
Sí. Entonces, digamos que autónomos, con capacidad de lectura propia y con derecho a decir que no también. Y a quedarnos con poco y necesario, y que aporte algo nuevo, porque si no nos terminamos confundiendo tanto que perdemos de vista cuál era el tema. Acá el tema, yo creo, sigue siendo el contenido de la denuncia. Este es el tema. Y los vientos nos han llevado, todos, a estar pendientes de si el fiscal tenía un amante que era modelo, de si había tomado alcohol o no, de con qué se mató, si se mató, o quién lo mató. Y la verdad, todo esto desvía la cuestión del tema central. Había una denuncia muy pesada, hasta hoy no investigada. Este es el tema. Si esta denuncia no hubiera existido, el fiscal estaría vivo y, a lo mejor, en Cancún.
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