Google+ Raúl Acosta: Cristina es jugadora

jueves, 26 de febrero de 2015

Cristina es jugadora

Por Raúl Bigote Acosta

Nota de opinión publicada en diario La Capital el día jueves 26 de febrero


El jugador (en ruso: Igrok) es una novela de Fiódor Dostoyevski escrita en 1866 y publicada en 1867. Leerla es entender el alma jugadora de cada individuo. De todos.

Esta narración de Dostoievski es más que un retrato de la pasión por el juego. Dostoievski no realiza un juicio moral sobre las conductas de sus personajes. Los describe (¿los comprende?). En cierta manera los justifica porque son como él: nada se puede contra la mala suerte. Los individuos están determinados por los acontecimientos, el azar juega un papel esencial en la vida humana. Estas son las convicciones (pesimistas) de Dostoievski.
Juan José Saer, cuando describe una partida de póker, pone en juego resortes similares del “alma humana” (una variación del lenguaje para decir comportamiento humano) Es el hombre el que se entrega al juego. Acepta esas leyes que Dostoievski describe. El azar juega y obliga. Termina siendo un mandato.

Cuando Román Jacobson, habla de las funciones del lenguaje y sus componentes (1.- Función emotiva. 2.- Función conativa: 3.- Función referencial. 4.- Función metalingüística 5.- Función fática .6.- Función poética: Esta función se centra en el mensaje que intenta producir un efecto especial en el destinatario) el lingüista cierra las puertas a la improvisación, hay un determinismo en el qué y el cómo se dice.

El lingüista cierra las puertas a la improvisación y los dos escritores cierran las puertas a la esperanza.
Cuando la señora CFK relata el pasado reciente en su discurso la función metalingüistica (el idioma hablando del idioma) construye un relato que une al emisor y lo conecta con el receptor. Es imposible escaparse de su trabajo. Es superior y de hecho atraviesa la realidad de sus oyentes y llega a la emotividad de la función poética: crea en quien escucha sensaciones, emociones. Mirando como sugiere Jacobson (emisor, receptor, referente, canal, mensaje y código), el discurso de CFK es impecable y, de hecho, el mejor de este siglo. El asunto está fuera. Está en el juego.

Los dos narradores mencionados sostienen que una vez que se entra en las leyes del azar (que tiene leyes) uno es esclavo de un destino superior, marcado en las cartas, el naipe, la bolilla de la ruleta, y que apostar es, nada mas, responder a ese mandato.

Una suerte de fe en el abismo guía a los jugadores. Un salto hacia la nada que se materializa al ganar la apuesta, llegar a tierra firme. Para empezar otra vez.

Cuando la señora presidenta ante un yerro, un número equivocado, dobla la apuesta está actuando como explicaba el ruso o como confesaba Saer, el turco de Serodino.
La compulsión define el momento, redefine el pasado (todo lo anterior se resuelve en ese as de corazón que debería salir y sale o no sale, en ese pleno al 17 que quita la bolilla del lugar y no llega…) y cambia el futuro.

Cualquiera que juegue sabe que hay mil planes para la ganancia que arrojará el juego y pocos recursos para contar el fracaso.

Cualquiera que sea, o conozca a los jugadores, sabe que contarán sus hazañas de partidas ganadas y nunca sus fracasos con la suerte. Contarán mil veces la misma hazaña. Cada vez más romántica, cada vez mas épica. En toda oportunidad se sentirán vencedores del azar. Si el azar es un dios secreto y clandestino se sentirán dentro de una narración épica. Vencí al destino dirá su sonrisa. Sabe que no es así.

El jugador juega. Una y mil veces. Sigue jugando, dobla la apuesta y sabe que deberá repetir una y otra vez. Su estado natural es el desafío a la suerte. Si gana para contarlo y seguir. Si pierde para callar y recomenzar. Una vez. Otra. Siempre.

En muchos sitios se encuentra la justificación que explica: somos un jardín de senderos que se bifurcan y que elegir es, finalmente, apostar por el camino correcto, la actitud ganadora, la decisión acertada.

Podríamos simplificar: somos una alternativa permanente. Binarios al infinito. Qué pasa cuando la apuesta no solo compromete nuestro hígado (¿comemos o no comemos lechón?) sino que arremete contra el hígado del vecino, de todos los vecinos. Buena pregunta. Metemos en nuestro azaroso juego a los demás. No podemos quitarnos el alma jugadora, tan universal.

La mejor narradora en lo que va de este siglo (CFK) encerrada en el esquema lingüístico de Jacobson de un modo impecable, superior, casi de Flautista de Hammelin, nos relata su juego, cada día mas perfecto en la narración de las partidas ganadas (en el 2001 estábamos mal y salimos…) y mas silenciosa de las partidas perdidas (Inflación, Recesión, Nisman & Stiuso,125, división de poderes, Justicia Social, sucesión democrática).

Está sola en el escenario. En el contracanto suena el poema de Francisco Gorrindo, para un fenomenal tango con música del guitarrista Roberto Grela: “Toda carta tiene contra y toda contra se da”. Saer y Dostoievski siempre lo supieron. Cuestión de lecturas previas, eso es todo.

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