miércoles, 21 de agosto de 2013
Brandoni está en el Liceo
Estuvo en “La Patagonia Rebelde” y en “La nena” con Osvaldo Miranda, Marilina Ross y Joe Rígoli; estuvo en “Esperando la Carroza”, “Stéfano” y “La tregua”. Ahora está en el Liceo.
Rectificación profunda. No hay un Brandoni en el Liceo. Hay muchos. Desde aquel del primer teatro hasta este. Todos.
El cineasta Campanella estrenó Parque Lezama, obra de teatro que él mismo tradujo, del autor británico Herb Gardner, cuyo título original es I'm not Rappaport. La Crónica de teatro buscará a Campanella. Todos los flashes todos. Se lo merece. Es Jet Set. Es Oscar. Es “lo popular”. Olfato. No importa la forma. Olfato. Viene de un dibujito animado que arrasó con la idea de dibujito. Metegol. Viene del Oscar. Viene de Luna de Avellaneda, acaso su mejor discurso sobre eso, lo popular.
La verdadera crónica se detendrá en Brandoni. No la necesita. Es suya.
El juego de dos ancianos en una plaza remite en Argentina, de modo inmediato, a los programas televisivos y los viejos actores en la plaza. Recurso de bajo costo y apuesta a la calidad actoral. Es eso. Es mas. Mas cosas. Pero eso está. Eso es la comedia costumbrista, el toque sereno a la realidad, el guiño cómplice a lo que todos sabemos. Eso está. Hay mas cosas. El grotesco toca su danza discepoliana y Brandoni baila. Si no estuviese el 10 rotundo sería para Eduardo Blanco. La presencia de este Brandoni supera la calificación del boletín. No hay números ni letras para este ensayo final sobre su vida.
El actor llega este texto, tan lleno de gajes, guiños, estupendos monólogos, tan lleno de gracia que el señor es con ellos. Nunca se sabrá si Pirandello mira, pero debería hacerlo. Está a tiempo. En el Liceo se recita su cuerpo
Hay un juego básico en el original. Queda y no queda..El juego que Campanella conserva: “yo no soy Rappaport”, sirvió al original para la queja fea entre los protagonistas y para el abrazo familiar, pero la obra no se detiene en el título, que no cambió por el castellano sino por el enfoque. La obra define la vida de dos argentinos, con sus mas y sus menos, sus achaques, su cruda palabra, ya sin vueltas. Nada mas inocentemente cruel que un niño Nada tan visceralmente cruel como quien está de vuelta.
En Parque Lezama los dos personajes centrales están de vuelta, regalados, pero no. Uno sigue y sigue en su dura porfía de la fábula. El otro acepta el desafío y se vuelve Quijote. Al cabo ese es el mensaje. Un mensaje. Todavía podemos. Sobre esta tierra estragada no es poco.
El sexo, el amor, la mentira, la mentira sobre la mentira y la escapatoria de los dos. Arriba, hacia lo alto del escenario trabajado, en el Parque que comparten está la realidad, que se mira y se esquiva, que se mira y no se toca. Droga, proxenetismo, violencia, coimas, abandonos. La realidad desciende al fondo de la Plaza y allí están. A su medida, con sus armas, lenta, paulatina, si se me permite, en su medida y armoniosamente están los dos viejos, como querían los griegos respondiendo a la estatura del hombre y se sabe: es el hombre la medida de todas las cosas.
Mitad en broma, mitad en sorna, pero los “adultos mayores” responden al mandato social, al de los buenos que pierden pero no importa, dejan su mensaje. Es el mismo mensaje de Campanella. No es que el director y traductor haga que ganen los buenos (en sus relatos, sostiene /Campanella/que el mandato es ser bueno) sino que la salida que propone es por la ética.
Brandoni no es un nene y su compromiso político y gremial está en la historia. El pellejo jugado entrega medallas indelebles. A este personaje llega entero y se advierte que lo disfruta. Brandoni vive en la piel de ése polaco mentiroso. Eduardo Blanco en la del otro, el eco que va tomando distancia y volviéndose personaje, al fin persona. Enteros de cuerpo terminan sojuzgando al espectador, que recibió una broma, una exageración, una macchieta, un grotesco, un texto teatral que se lleva dentro o no se puede hacer de ése modo.
Brandoni y Blanco son, en ese fenomenal escenario de la Plaza Lezama, lo que verdaderamente son: testigos y memoria desde 1940 (así lo plantea el texto) de una lucha de ideas, de racismos, esclavitudes mentidas y desgano y acostumbramiento. Llamarada sobre el Teatro Liceo. Los dos muchachos no son una extraña pareja, son nosotros. Hay un ir por volver en los juegos en los que el espectador queda complicado. Ojalá no terminen dominando el total, la tentación de la manzana es grande.
En el Teatro Liceo, desde el 15 de agosto de 2013, con dirección de Juan José Campanella, Eduardo Blanco y Luis Brandoni reivindican el teatro de costumbre, de texto, de escenografía, cuadros, intervalo y remate. El teatro. La verdad del teatro: venga a creerme, que le hace falta.
Cito de memoria una frase que viene desde aquel teatro, al que esta obra reivindica. De memoria digo: …” y si alguno de Ustedes, padres nuestros, tiene una risa que deba ser reída, una lágrima que deba ser llorada, que se acerque al final de la jornada a nosotros, actores, cantores, llorones, reidores, cazadores de estrellas. Su historia contaremos allá, en lejanas plazas, para pocos o muchos, no importa, lo importante es contarla y su pequeña historia, acribillada, será otra historia para ser contada”… Sospecho que Dragún soportaría la impertinencia. Brandoni en el Liceo es uno de los nuestros.
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