El tema musical de Pichi De Benedictis es la negación de una proposición negativa. “La censura no existe, mi amor”. Fue de las mejores para contar que no se podía contar que nos pasaba en América Latina sobre 1970/80. El juego del poema es que la canción terminaba en melodía sin cantor. La censura existía, señoras y señores. Degollaba verso por verso, palabra por palabra, idea por idea.
La duda real es, en Argentina, saber si se está desarrollando un modelo político, social. Un modelo. La previsibilidad, el conocimiento previo define al modelo. La noción de modelo, trabajar para el modelo, respetar el modelo, consustanciarse con el modelo lleva una trampa: ¿Existe el modelo? Vamos al mundo Google.
Un modelo es una representación de un objeto, sistema o idea. El propósito de los modelos es ayudarnos a explicar, entender o mejorar un sistema. Un requerimiento básico para cualquier modelo, es que debe describir al sistema con suficiente detalle para hacer predicciones válidas sobre el comportamiento del sistema. No sucede. En el sistema de gobierno de Argentina no sucede.
La noción de modelo puede ser entendida como una narración completamente subjetiva. Lo que es establecido como modelo de algo puede ser descripto como una construcción histórica y determinada que puede variar con el paso del tiempo, el espacio o de los actores que la construyen.
El modelo es todo aquello que una sociedad o un conjunto de personas entienden como el representante más claro, más evidente y de mejor tipo de algo. Preguntémonos, lo más profundamente posible, si el modelo existe. Si vivimos dentrro de un modelo. Parodiemos al músico y poeta.
“El modelo no existe, mi amor”. El ejercicio ciudadano de esperar el domingo para que Jorge Lanata nos cuente lo que ningún juez sabe, ningún fiscal denunció, ningún político investigó es real. Depender de un periodista es depender de un hilo, de una muleta, de una trampa, de nuestra cobardía social como orgullosa bandera del fracaso social. Humanamente es estar enfermo y esperar que el vecino nos cuente cómo es nuestra enfermedad. El estado es fallido.
“El modelo no existe, mi”. Alejados del mundo tenemos un carnet de identidad. No somos un país, somos una región que vende un grano. La venta de soja a China y el eje Venezuela/Irán es nuestro documento. Latinoamérica se muestra al mundo con otro retrato. Mientras México habla con Brasil y el Pacífico (Colombia, Chile, Ecuador y Perú) trata de agruparse y comerciar nosotros le avisamos de facto a los foros del mundo que tenemos dos amigos: Venezuela e Irán.
“El modelo no existe”. La consigna y la compulsión es comernos los recursos naturales (pradera triguera, hoy rendida ante la soja, la pampa húmeda se desterrona y agoniza) Dejamos que el agua fluya y se la lleven, los glaciares se deshielen y desde el socavón saquen las tripas hacia cualquier afuera. Hacia fuera. Para siempre. Hasta que se termine. Sin plan, sin remplazo, sin protección, sin mañana. Somos un territorio del manoteo.
“El modelo no”. La pasividad de la ruptura de los tres poderes, el fin de la justicia como se la concebía aquí y aún se la concibe en todos los foros del mundo, nos dio resultados: vamos a caernos del mundo y de la civilización donde crecimos, el sistema de sociedad que teníamos. El desamparo es solo nuestro, para afuera somos un agujerito sin seguridad ni grandeza. Un lejano oeste del siglo XIX, replicado en un sur minúsculo y elemental, de película de ciencia ficción clase C.
“El modelo”. La muerte de la educación pública, del magisterio, de la educación sistémica. El maestro denigrado a trabajador. La muerte de la civilización de la palabra. El fin del conocimiento. Aquello que tarda tres generaciones en crecer, el conocimiento, lo vendimos, lo tiramos, lo regalamos. Hoy la educación pública argentina no es barata, ni buena, ni edificada hacia un mañana de algo. De nada. No hay en las luchas estudiantiles ninguna reivindicación del conocimiento. Perdimos la batalla cultural. Los sitios del conocimiento replican mutantes con un mínimo programa referencial. El conocimiento sigue dando libertad y posibilidades. No tenemos conocimiento.
“El”. La sociedad política se define por su pasado. Argentina es la suma de las tres décadas de sociedad del voto como simulación, no supimos votar república, futuro, votamos venganzas y fiestas. Alfonsín, Menem, la orfandad del fin de siglo y Kirchner. Una sociedad que votó firmemente a Menem y Kirchner define cuáles son sus paredes, cual el castillo donde vive. La insólita mayoría de Alfonsín, de Menem y de Kirchner, la misma, define un protohombre de diván sicoanalítico. Egoísta, inhóspito, analfabeto social. Orgullosamente equivocado. Exorcicémonos. Habemus Papa, Messi, Maradona, Máxima. Já.
Corrección. “El modelo si existe y es la crueldad”. No hubo, no hay, no habrá amor. Ya no se enseña. La sociedad virtuosa no es el modelo. La mentira concreta de las series y series de estadísticas falsas comportan un final: una sociedad que no sabe cuánto cuesta vivir no sabe qué es vivir; finalmente no vive y en el engaño vamos detrás del encantador de Hammelin. De cualquier encantador. En el crecimiento de la segunda mitad del siglo XX fuimos dependientes y el embargo tecnológico nos dejaba subyugados. En el siglo XXI nos abandonaron por imprevisibles, inservibles a un esquema mundial, inadaptados ¿A qué esquema planetario de utilidades, de dar y recibir somos útiles? Ni cantidad ni calidad. Estamos orgullosos de no servir para nada. Ni calles limpias, ni ceniceros, ni colas respetadas, ni declaraciones juradas, ni castigos, ni cárcel, ni ejemplos, ni obra pública, ni discurso sincero, ni debate, ni palabra, ni ayer, ni hoy, ni mañana. Nada. Ni telarañas que teje el yuyal.
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