La confesión de Serrat, su descripción del amor inevitable, al que acepta sin desmayos define al país en estos días. No hago otra cosa que pensar en ti, por halagarte y para que se sepa. Todos pensamos en Cristina.
Las personas de su entorno, los que alegran la vida diaria de la Señora Presidente están en una situación privilegiada. Observan de cerca al eje del único fenómeno del siglo XXI en Argentina. Nuestro país (nosotros) somos “cristinodependientes”.
Duele confesarlo, no es sencillo descubrir que todos los pensamientos y los mínimos actos políticos están enfocados en la Señora. Omnipresente, panóptica.
Se siguen sus tuits con fruición, se comentan sus vestidos, sus carteras, sus desplantes y toda, pero toda la batalla mediática, como la directamente política (los medios son todos políticos, es así la construcción de las polis) refieren a la Señora. Es ella la que manda. Demanda.
Pepe Arias, antiquísimo cómico enemistado con el primer y segundo gobierno peronista lo mencionaba así: “El que te dije”. No decía, en el teatro de revistas, en sus celebres monólogos políticos, la palabra Perón. Era una de sus diferencias.
Raúl Alfonsín en su discurso mencionaba a la Constitución Argentina recitando un prólogo que, convengamos era y es una fenomenal confesión de anhelos, sueños imposibles. Su rezo laico no incluía diatribas contra Perón. Tampoco mención explícita. Perón estaba en el imaginario de Alfonsín, de todos los radicales, de todos los que, en aquellos años, habitábamos el suelo argentino.
Con Raúl Alfonsín comenzaba un relato sin héroes, con planteos éticos y estéticos, con imprecaciones y con una necesidad: verbalizar el horizonte. En 1983 se hablaba del mañana. Plantados en el 1982 y resolviendo, sobre el 1983, una República donde se podía mencionar a Gramsci, al contractualismo, donde el material de lectura político era amplio, diverso, necesario.En el 1983 era visible, audible, aparecía una República de ideas.
En la democracia no hay héroes, no hay una épica con un soldadito salvando a todos. No llega el muchachito de las películas para salvarnos de todo mal. La democracia es más sencilla, si cabe, más pedestre, más confusa y fenomenal porque cada día debe construirse. En una democracia (si nos ponemos de acuerdo en qué se dice cuando se dice Democracia) el esfuerzo es diario, permanente, inagotable.
De poco vale citar a Rosanvallon pero la unificación del criterio en el uso de palabras que encierran un continente se impone. Una democracia no es tal si depende de una persona. Es otra cosa. Ni bien ni mal. Otra cosa.
En Argentina dependemos de una persona. Que además trabaja para tener, retener y aumentar la suma del poder público. Ese sujeto político es el presidente. Hoy Cristina Fernández de Kirchner. Peronista.
El peronismo es una construcción sobre el imaginario popular que pide la delegación del poder hoy, mañana, siempre. El peronismo se sienta en el poder y parece raro no advertirlo: no nació en las catacumbas ni en los alambiques, el peronismo nació siendo el poder. ¿Es que no lo ven? No fue un libro analizando el capitalismo, un asalto a un cuartel o una larga marcha a la vera de un río serpenteante.
Desde el centro del poder unificado, que daba la doble condición de soldado y político, el peronismo nació manejándose en el poder que emana, que existe en la Administración Central de un país y desde allí se recicló una y otra y otra vez. Aparece tan deslumbrante la figura. Cómo ignorar la génesis.
El peronismo sin el poder se transfigura y es el monstruo de las mil cabezas pidiendo la droga madre, la adictiva. El poder.Puede plantearse como ejercicio teórico que el peronismo tiene su tésis, antitesis y síntesis en si mismo pero es eso: un ejercicio teórico. Es mas concreto aceptar que el peronismo es el que obliga a pensar en un líder carismático, eyaculador de dogmas, apotegmas y enfrentamientos.
Es el peronismo el que exige un enemigo para reciclarse. Al aceptar la respiración elemental del peronismo aparece Tsun Zu: “Si eliges bien el enemigo has ganado la batalla”. Cómico y trágico es que todo ejercicio opositor refiere a la construcción que fijó Perón. Querer superar al peronismo con la mecánica de construcción política del peronismo vuelve dependientes de un líder que remplace al peronista que ejerza el poder. Vale la frase madre: “El que participa pertenece”.
En el siglo XXI la oferta argentina es única. Cristina. Personajes como Elisa Carrió refieren a Cristina inmediatamente. La circunstancia más alocada es la diáspora opositora pidiendo liderazgos crismáticos. Con la lógica del peronismo lo único que aparece es peronismo y deberíamos entender que con el mismo método obtendremos armados similares.
La total honestidad aporta una certidumbre. Si se construye como el peronismo se construirán armados político-sociales como los peronistas.Los sueltos, anárquicos, esperanzados, bienpensantes, los consejeros espontáneos le piden a los líderes opositores ejecutividad de general peronista. Un lema, una soldadesca, el aplauso y a la cancha. Juá, juá, juá. Se nota que hablan desde la tribuna.
El grande, inmenso secreto de Perón es que si se acepta su modo de construir se convierte en minusválido quien no tiene el poder y en peronista típico si lo consigue. Hay ejemplos cercanos, muy cercanos.
La sola existencia diaria de la señora Cristina remite, sin fisuras, a la persistencia del peronismo en Argentina. No es Menem, aún cuando tiene su matriz, similar en corrupción y desprecio por la palabra empeñada. No es el pasado ni, mucho menos, aquel peronismo del Jefe o de sus muchachitos en la década del ’50.Cristina Fernández de Kirchner es lo que hay y ella sabe que la canción de Serrat le pertenece.
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