La inercia, esa fuerza descomunal que los cuerpos aplican, ejercen para que todo quede como está acerca, inercialmente, a la confianza, la mansedumbre del voto cantado: seguí vos, morocha.
El voto en disidencia conlleva el susto por lo desconocido o peor, lo malo y conocido. Las dos realidades, aparentes, son trajinadas hace tiempo. El peronismo está enroscándose más en si mismo. Cada día más movimiento vertical. El peronismo es un unicato monárquico, de último general en la batalla. Generala. La Generala Cristina dice votemos y claramente informa: los que me votan lo hacen para dejarme las manos libres.
Enfrente el debate demora, distorsiona, enturbia y claramente entorpece. Cristina es la última y única de un sistema que alcanzó su más alta cúspide, el fin de la espiral. Ella sabe que el Estado es Ella como el delirante rey francés. También sabe que después de su reinado viene el diluvio, como decía otro rey francés. Resume el Estado, anuncia el Katrina tras su paso. Hay una desesperación activa que no logra formularse claramente, una nebulosa de la que se aprovecha. Se aprovecha de su unicato y de las consecuencias del abismo. Quien logre demostrar que tras la reina Cristina no vendrá el abismo tiene el futuro de Argentina en sus manos. Tremenda alegoría nacional. Debemos ganar todos. Si gana uno solo, sólo habrá cambiado el nombre.
Ser o no ser democráticos, esa es la cuestión. Dos hipocresías nos acompañan hace 20 siglos, en realidad 200 años. El pueblo nunca se equivoca es una consigna tan absoluta como hipócrita. Deberíamos hacer memoria del pueblo que somos. El PC bancando a Videla y las Plazas de Mayo de Neustad, Galitieri y Blumberg nos libran de toda explicación. En cualquier caso ese aval hasta qué punto ata o desata las manos del gobernante. Esa es la otra hipocresía. Vótenme que no los voy a defraudar. Síganme los buenos.
La Corte Suprema no está en juego, ya fue jugada. Perdió. El cristinismo ululante llama a degüello. Van por sus restos, van por los nombres propios para ejercer venganzas personales En el instante que se menciona el voto popular para los jueces en Argentina no aparece el aristócrata francés que describía la democracia americana. No es esa inspiración. Alexis de Tocqueville es un franchute pavote. Cuando aparece el voto popular para el comisario, el juez y el jefe de bomberos aparecen los pueblos de la serie de los duques de Hazzard.
Ya está tomado el libre comercio, la libre asociación profesional, la compra-venta al exterior, la moneda, la educación, la salud, el ahorro. El secreto profesional, la intimidad, la división de poderes y la tomografía computada de silos, campos, montañas y reservorios naturales. Por Dios; ¿es que no lo ven? Ya estamos tomados. Argentina es una monarquía inconstitucional que divierte a una persona que dice, piensa y ejecuta por nosotros lo que se le antoja. El voto convalida el libertinaje. Votamos una reina, compañeros. La votamos.
Puestas las cosas de este modo los libretistas y los monjes tienen dos tareas. Los libretistas construyen un relato para que el remedo de democracia tradicional continúe, pero todos sabemos que ha muerto hace un rato. Los monjes rezan para que la reina no se muera nunca. Es literal el rezo.
Qué pasa en Argentina con la desaparición de la reina Cristina; ¿eh? Dios nos libre y nos guarde. Amado Boudou, la mujer de Alperovich, Julián Dominguez, el senador Aníbal, Agustín Rossi, Kunkel, Diana Conti, el cuervo Larroque o el abogado de Moyano que se volvió amanuense recontra oficial.
La re re re quita a la muerte civil del camino. Es comprensible que la pidan los cristinistas fervientes. Es la luz en la noche salteña. Dónde irán a parar si se apaga la generala. A un juzgado, sin dudas, como encartados.
Ricardo Balbín pedía muletas para llegar a una elección sobre el farfulleo de la Chabela, pero al líder radical de los mejores discursos y los peores fracasos le habían avisado que se venía un golpe.
Acá no hay golpe militar, hay golpazo contra el suelo de la realidad. Ya nadie avisa nada. Todos saben, sabemos que hay una persona que va por todo y que todo, por aquello de llenos y vacíos, todo es nada.
Si el PBI da confianza y votos deberíamos saberlo, hay 10 años más de viento de cola. No nos irá mal en el mundo porque el mundo tiene hambre y las vacas de la China también. El país continente nos banca. La India ayuda bastante. Timbeamos la plata de la Caja Nacional en planes para que corten calles pidiendo planes trabajar. Así somos.
Que son un Zafaroni, una Argibay o un rafaelino más o menos (Lúder, Binner, Lorenzetti, Sancor.) Nada, no son nada en el temporal de la democracia popular. En este tribunal popular juzgamos presente y pasado y escribimos el porvenir. Levantemos la mano, se quedan o se van. Aprobado por unanimidad. Siendo las 12 de la noche, en presencia de La Señora se aprueba el adiós momentáneo a la constitución nacional, el día de la marmota, el día de las carteras Vuitton y el entretejido, el día de la horchata de chufa, el día del abucheo a Duhalde y/o Macri y de olvido a dirigentes populares que adhieran al rezo laico. Se cambia la palabra democracia por democracia popular y se invita a que dos de los presentes rubriquen el acta. Mientras cantan Good Save the Queen los presentes se retiran en perfecto orden.
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