Estamos en la segunda década del siglo XXI. Analizar el país es plantarse en el 1946. El peronismo es el eje de su política desde mitad del siglo XX. No ha superado ése momento histórico. Rituales y memorias atrasan. Albaceas también. De 1945 a 1955 hubo una luz sobre las injusticias sociales. Hoy su luz es de luna. Hay una muerte real del peronismo. El 1° de julio de 1974, con la muerte del General Perón. Con el jefe en decrepitud ya había divisiones. La discusión sobre patria peronista o patria socialista anunció claramente una diferencia que no ha sido superada. Tampoco saldada.
Adherir al peronismo como partido político confunde. No es un partido. El peronismo es un movimiento con un solo líder: Perón. Cómo pensar en el debate si el verticalismo es su esencia. La contradicción retrasa. El peronismo nos contiene a todos en la rutina del fracaso. Resolver la contradicción es el verdadero escape. Debería aparecer un resumen que condense y supere.
En el 1983 Revolución y Cambio y “La Coordinadora”, radicalismo joven, descolocó al peronismo. Fracasó Cafiero y el debate interno. La llegada de Menem trajo resolución. Los que estaban allá se vinieron acá. La plasticidad convirtió a la Argentina, por el peronismo, en la muestra mas clara de sociedades líquidas.
Radicalismo, Frente Grande, Alianza. Nada. Peores. Las ofertas sumaron su corruptela, su ineptitud. Igual matriz. Inflación, injusticia, hambre, desigualdad social. Sus dirigentes están en oferta en el menú de 2013. El fin de siglo trajo la catástrofe en las manos de un hombre con un ACV natural, Fernando De la Rúa.
Después del fracaso aliancista regresaron todos los peronismos. Todos. Populista, estatista, expropiador, revanchista, independentista, liberal, nacionalista, revanchista otra vez, paternalista, justicialista, caudillista, coimero, chantajista, gremialista, laborista, socialista tercermundista, muchachista , oportunista. Debían articular el siglo XXI con un facto inexplicable. Eran todos peronistas.
El peronismo es una diáspora en estado de latencia. El sueño grande desapareció. En la segunda década del siglo XXI la dirigencia no tiene explicación para un niño muerto de hambre, un anciano desvalido, la falta de agua, pan, educación, salud. No la tiene. Convierte la ausencia de soluciones en agresión, paranoia, efectismo. Hoy el peronismo es una mentira real sobre un melodrama histórico. Agoniza. El futuro se distrae mirando ésa agonía. El remplazo aún no ha llegado. Sobrevive por ausencia de porvenir. Argentina vota eslogan y memorias. Cambió la flecha del tiempo.
Podemos identificar cuatro fracciones. Hay un kirchnerismo tardío, un cristinismo ululante, un peronismo residual y una masa crítica urbana. Esos cuatro sectores suman el 85 % de los votos. El 15% restante hoy - y solamente hoy - es el FAP y la izquierda de claustro pujando por ser algo sólido.
El kirchnerismo tardío llegó después de Kirchner,un peronista clásico. Reivindicó la verticalidad. Castigó al peronismo y lo dividió, transversalizó al radicalismo y le quebró el espinazo. Sedujo a la izquierda (culposa, siempre afuera) y acalló a los moderados. Legalizó el piquete como institución. Subyugó y sodomizó a la CGT y traicionó a CTA. No fue un plan país. Quedó lejos el 45/55 y desubicado el ’73. Fue un vengador, un cirujano. Fabricó poder. Punto.
El kirchnerismo (tardío) se nutrió de dirigentes criados en la corruptela. La incentivó. Embaucó honestas banderas progresistas. Las desvirtuó. Todos participaron del reparto. El Kirchnerismo tardío es el agente catalítico que aceleró el proceso. Exaltó el personalismo. Franqueó la información. Todo se inscribe en lucha por el poder. Medios, corporaciones, dirigentes. El kirchnerismo tardío quitó épica y trajo realismo. Kirchner actuó a Discépolo.
La muerte de Kirchner trae una variante. Su viuda toma el poder sin coseguro. Sin plan B. La señora sabe que no es Kirchner. Sus seguidores, ululantes, no tienen otra fe que Cristina. Sin formación política y capacidad de gestión. Segunda selección. La señora manotea donde puede. El cristinismo ululante despedaza el aparato del Estado. El conflicto con el kirchnerismo tardío es visible.
El peronismo residual recorre toda la gama de nostalgias. En algunos casos aún ejerce cargos. Gobernaciones. Intendencias. Política del te acordás hermano. No es posible imaginarlo como parte del kirchnerismo tardío ni del cristinismo ululante. Por “principios” están en un rincón. Siglo XX. Biológicamente van a la extinción. Lo saben. Minga de justicia social. Perdieron. Gardel puro. El mundo siguió andando.
Hay una masa crítica en involución. Votos urbanos (y suburbanos, hundidos en el peor suburbio). El hombre nuevo. La doctrina del mal menor. El voto a ganador y el voto descreído, que insulta pero vota. Perros ladrando a la luna. Los verdes. Los chapistas. Los chinos. Los contreras. Todos hablan del voto televisión. Existe. Esa masa informe le suma al peronismo. Aún seduce el relato. Televisión y Delivery. El día a día regurgitado. Scioli. Macri. De la Sota. Tinelli. Florencia de la V. Mirtha. Susana. Cristina. Cristina, obvio.
Frente a las cuatro tribus el FAP se propone como alternativa. Es el 15%. Supone llegar al 25% y establecer condiciones de diálogo. Aún está en camino. Las nostalgias del radicalismo son cuestiones del siglo XX. Las izquierdas animosas siguen inanimadas. Los activistas sociales están divididos. Desde 1970 se anuncia un polo de derecha, con el peronismo y uno de izquierda, con todos los socialismos. Aún no llegó.
El peronismo como tal ha muerto. Sus fracciones confrontan con un proyecto aún sin cuajar. Vivimos la segunda década del siglo XXI. El tren fantasma ya no lleva a ninguna parte. Deberíamos saberlo.
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