El gallego no suele aparecer los sábados. El sábado que paso si. Apareció hecho una furia. No suele aparecer porque maneja varios kioscos en la zona céntrica. El sábado por la mañana circulan más de 25 mil cuerpitos gentiles por La Peatonal. El cálculo elemental hace que, de los kiosquitos del gallego, salga el 5% de las ventas al menudeo. Quiero decir, el 5% de los que circulan pueden comprar. Una nada. El gallego no es La Favorita. Unos tres dólares por venta, a unos, pongamos, 1.200 compradores, hacen una buena suma sabatina. Un mínimo de 3.500 dólares por sábado. Mirá si se puede, uno, distraer en una picada con los amigos. Je. No es para despreciar. El gallego, que siempre entra tranquilo, entró hecho una furia y dijo: está estudiado, el máximo es dos cuadras y media.
En esta reunión el que llega saluda, dijo el Lalo, que cuando no es el centro de la atención tira el bochín a los yuyos. Los modales no se pierden, mi viejo. El gallego ni lo miró, pero tomó nota. Buen día a todos. Repitió mirando al cielo: dos cuadras y media. Suspiró, agitó los brazos, meneó la cabeza. Es demasiado.
El Colo, que estaba gastando a cuenta de los gorritos de navidad, los que le habían encargado y los que faltaban encargar, había pedido mas ferné. La botella de ferné es cara, dijo Roberto. Un médico amigo mío sostiene que tomar ferné te come el cerebro para siempre y te arruina el hígado como cinco veces más que la cerveza. Qué cantidad de cerveza, dijo el Tony, que estaba en su segundo porrón. Una botella de ferné ¿cuantos porrones son?, preguntó. En realidad al Tony le afligía una dispepsia que lo volvía un vikingo a la hora de las reluctancias. El Colo estaba chispeante. Tiró una inatacable. En voz alta aseguró: Roberto tomó mucho ferné desde chiquito. Se río solo.
El Lalo se muere de curioso, no aguanta. No hubiese tenido una vida fácil de ser mujer. O si. Vaya uno a saber. Con esa cara. En fin. Nadie sabe nada de esas cosas. El Lalo no aguantó ¿dos cuadras y media de que, para que? Es mucha distancia, reflexionó el gallego. No lo miró al Lalo. Hay que hacer algo. Es mucha distancia.
Entenderlo al gallego no es sencillo. Habla en conclusiones, habla en máximas, en dogmas, en apotegmas. Parece un catecismo o un plan de comidas para rebajar de peso. Con el gallego toda frase es final. Insistió. Hay que creer en las investigaciones y estadísticas. Es mucha distancia. Espacio y tiempo. La distancia es una de las coordenadas de las ventas.
El Cordobés, un adulto mayor, llegó a contrapierna, como siempre. Yo se mucho de distancia, varón. Tenía una novia agrimensora, era la única mujer en el rubro. Nacida en Salsipuedes hacía honor a la “localidá”. No se si me entendés. Salíamos de picnic con un Teodolito bajo el brazo, dijo, buscando superar las bromas iniciales con que lo recibían habitualmente. No fue un buen chiste. Por lo menos no gustó. Lo usual en este caso, hubiese sido oponerle otra población, para seguir el doble sentido. Nada. Se de distancias, insistió, mas débilmente.
El Gallego tiene debilidad por el cordobés. Lo ve como un tío mayor, vaya uno a saber las razones. El Cordobés lo puede. A él se dirigió y le dijo: Cordobés, es un estudio yanki, de una consultora italo americana. Un relevamiento en 24 países. El cordobés es vendedor nato. Sonrió, no entendía nada. Se quedó quietito. Prudencia. De manual. Esperemos. El cliente siempre tiene razón. Dejó la sonrisa puesta y abrió las orejas.¿Si?
Según un estudio nadie camina más de dos cuadras y media para las compras al menudeo. Si la distancia es mayor eligen un supermercado. Cambian de almacen o de farmacia. Chau mis kiosquitos. Chau todos los negocios. Chau el centro de Rosario. El estudio asegura que nadie camina más de 250 metros para comprar lo que necesita de momento. La compra urgente, pero no de urgencia tiene límites precisos. Si la distancia es mayor no se mueve, no camina, busca el auto. Se pierde la fidelidá. El hábito. Se lo advertía enojado al Gallego.
Disculpame, dijo el Lalo, que seguía sin entender, las ventas son las ventas y las necesidades son las necesidades. No digás mas nada Lalo, dijo el Tony. Cien por cien de sabiduría, si te callaras ahora mismo sería perfecto.. El Lalo no hizo caso. Si el tipo tiene necesidad va a comprar viejo, va a comprar. Tony volvió al porrón. Alguna vez tendremos que preguntarle al Lalo sobre sus criterios de venta. Aparentemente, conm esa cara, no entiende nada, pero algo debió entender. Nadie llega vivo a la edad del Lalo sin sabiduría. No fue siempre un abuelo mimoso.
Roberto busca cuadrar el círculo y avanzó por donde menos se esperaba. Si nos situamos en calle Tucumán el tipo, para comprar lo que sea, no avanza más allá de calle San Lorenzo. Si nos ubicamos en España no avanza más allá del Palacio Minetti. Si venimos de Mendoza no pasa de San Luis y si subimos desde Laprida no llega a Peatonal San Martín. Está clarita la maniobra. A Roberto le brillaron los ojos. Vió la luz. Están vaciando calle Peatonal, hay que hacer algo. Quien la está vaciando, preguntó Tony, que venía de fumar afuera. Ya no hay más tranquilidad para los viciosos. Los italo yankis están vaciando La Peatonal, hay que hacer algo pronto. Que la vacíen no es nada, el problema es que la compren por nada, acotó Lalo, que me parece que seguía sin entender.
Otro día vengo, dijo el Gallego. Es una vergüenza que no acepten el estudio de los yanquis, no tienen idea de lo que pasa en el microcentro de Rosario. Laburan para el enemigo. Si hizo un silencio pesadito pesadito.
Roberto, que de puro nervioso se pone en componedor, entró a sacar cálculos. Seamos realistas, de Urquiza a Mendoza son siete cuadras. De Laprida a Italia son diez cuadras. Es una buena cantidad de hectáreas. El Lalo pareció reaccionar. No pueden enajenar una ciudad destripando 7 calles de un lado y 10 del otro. Allí están todos los negocios. ¿Para que querrán vaciarla?
El cordobés, que había adherido varias veces al ferné, se levantó despacio y mirándolos a todos insistió. Mi novia era ingeniera agrónoma, era agrimensora o era algo así. Dirigiéndose al Lalo le dijo: varón, decile al Gallego que no se aflija, nadie puede comprar por hectáreas lo que se vende por metros, que vuelva y se termine su vaso, que el ferné con gaseosa es caro.
El colo buscaba alguna salida comercial al asunto de las cuadras, el tiempo para caminar sin comprar y cuestiones como las salideras bancarias, la venta de chipá y la mesa del dólar paralelo en el cruce de las peatonales. Fue cuando dijo lo que dijo: tengo una idea. Todos callaron. No es de despreciar una idea comercial en la mesa de los sábados. Sumemos 17 a la mañana y 17 a la tarde. Un zorrito por cuadra. Con 34 inspectores municipales que no coimeen, que no dejen estacionar en doble fila, que corran las casitas de la basura, que impidan la descarga de los camiones de día se soluciona todo. Deben estar bien equipados. Qué muchacho dijo el Lalo, sabía que había un negocio. Si señor, uniforme amarillo patito, aclaró el Colo. Serían 200 uniformes y los señaladotes luminosos.
¿Sabés el cuento de verde loro y amarillo patito, varón, dijo el cordobés? Nadie lo escuchó. Pasó de moda el humor cordobés.
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